Tío Ron
Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios. (Efesios 2:8)
En mi etapa de crecimiento, mi mejor amigo tenía un tío de nombre Ron. Amábamos al Tío Ron. Él era divertido, con poco tacto y lleno de vida. Pero una cosa que aprendimos rápidamente fue que no querías molestarlo. Habíamos visto cómo se ponía cuando ocasionalmente perdía los estribos, y nunca quisimos ser los destinatarios de lo que veíamos, nunca.
Un verano, el tío Ron nos pidió que laváramos su nuevo automóvil Ford Bronco. Él ordenó el trabajo, y nosotros aceptamos con entusiasmo. Llegó el día de hacer el trabajo y lo dimos todo: lavado, encerar, pulir, toda la enchilada. Y luego sucedió. Sin pensarlo, mi amigo y yo nos subimos a la camioneta para encerar y pulir el techo. Casi de inmediato, el techo se doblo dejando una enorme abolladura que no se podía ocultar.
¿Quién se lo iba a decir al Tío Ron? ¡Yo no! Tú lo hiciste, tú eres su sobrino. ¡De ninguna manera! ¿Deberíamos decirle algo? Quiero decir, él nos va a matar, dijo realmente nos mataría. Finalmente decidimos hacerlo juntos. Si fuéramos juntos, quizás ambos saldríamos vivos. Con las rodillas y los labios temblorosos entramos al cuarto de estudio del tío Ron para confesar nuestro error. Allí sentado detrás de su escritorio como Don Corleone en El Padrino. Estábamos aterrorizados. Él escuchó nuestra confesión y, sin decir una palabra, salió a ver la camioneta para mirar el techo.
“¿Dónde está?” Él preguntó.
“Aquí mismo,” le dijimos, señalando lo que era completamente obvio.
“Yo no veo nada,” él respondió. Luego sacó un total de $40. “Hicieron un buen trabajo, muchachos.”
Unas semanas después, noté que el techo había sido reparado.
A veces, en esta vida, mientras estamos de pie allí con las rodillas y labios temblorosos sabiendo que vamos a recibir la peor parte de todo lo que nos viene, experimentamos algo diferente. Experimentamos, en cambio, un destello del inmerecido favor sin mérito de Dios. Es más que ser perdonado por algo que has hecho. Es gracia.
Oremos: Dios de las segundas oportunidades, te damos gracias por tu amor incondicional, por tu perdón y por tu gracia. Que podamos vivir nuestras vidas como tu pueblo lleno de gracia, perdonado e indulgente; a través de Jesucristo. Amén.
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