Ven a la Presencia de Dios
Hace aproximadamente un año, le pregunté a mi congregación: ¿Por qué asisten a la iglesia? ¿Qué diferencia ha hecho esto en sus propias vidas? Y sus respuestas fueron hermosas. Estas son algunas de ellas:
Vengo porque me siento obligado a inclinar mi corazón para adorar al Dios que es más grande que yo.
Cuando me convertí en padre de familia, sentí un renovado deseo de seguir a Cristo. Quería darles a mis hijos una base de fe. Tuve la suerte con nuestra familia extendida que encontramos en nuestra congregación para ayudarme a guiarme y alentarme a través de las distintas etapas de la paternidad.
Vengo a ser desafiado a dar y crecer.
Respondí al llamado de Dios porque siento que soy parte de algo más grande que yo. Soy guiado, recibo bendiciones…, y siento la necesidad de dar en agradecimiento.
Siempre sentí que algo faltaba en mi vida. Nunca me sentí realmente en paz. Dios ha llenado ese vacío. Él es el gran consolador y el único consolador que realmente puede traer paz. La vida puede ser muy difícil.
El año pasado, The Atlantic publicó un artículo sobre un estudio realizado a nivel nacional. Al parecer, en los últimos 25 años, unos 40 millones de estadounidenses dejaron de asistir a las iglesias. Es aproximadamente el 12% de la población. En cierto modo, lo entiendo. Estamos ocupados…Y ha habido una desconfianza masiva hacia las instituciones. Y en algunos casos, por buenas razones. Sin embargo, al mismo tiempo, parece una pérdida enorme.
Piénsalo. ¿En qué otro momento de la vida nos detenemos para reorientar nuestras vidas? ¿En qué otro lugar nos detenemos para recordar de quiénes somos? ¿En qué otro momento somos capaces de nombrar honestamente la realidad del mundo que nos rodea – sí, hay mucho quebrantamiento, mucho dolor, pecado y sufrimiento – pero aún así decimos que estamos aquí para adorar porque no creemos que el sufrimiento tenga la última palabra?
Ayer reflexionamos sobre el Salmo 100 como una invitación a entrar en la presencia de Dios.
Que tú y yo sigamos encontrando santuario mientras ofrecemos todo nuestro ser en adoración al Dios viviente. Ya sea en persona o a través de la tecnología, que podamos llegar a verlo como el regalo que es. Y que, en nuestra ofrenda, la gracia sanadora de Dios nos inunde de nuevo.
Oremos: Te alabamos por el regalo de la vida y el amor. Oh Dios. Guiamos nuestros corazones para refugiarnos en ti. Toma nuestros corazones…toma nuestra culpa, nuestra vergüenza, nuestras preocupaciones, nuestra ansiedad, nuestra alegría, nuestra alabanza, nuestras vidas…Y llénanos de sanación, de sentido, de esperanza…de maná, del Pan de la Vida; por Cristo, nuestro Señor. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!
