Un Corazón Humilde y Arrepentido
En tiempos antiguos, los sacrificios religiosos eran la forma normal de adorar a Dios. De hecho, era un requisito. Así que es interesante que el Salmo 51 ofrezca esta oración: “Tú no te deleitas en los sacrificios ni te complacen los holocaustos; de lo contrario te los ofrecería.” Pero entonces, la oración continúa: “El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; al corazón quebrantando y arrepentido, Oh Dios, no lo despreciarás.”
El espíritu y el corazón son metáforas de nuestro mundo interior. A veces este mundo interior se vuelve duro con orgullo y la ilusión de autosuficiencia. Un espíritu quebrantado y un corazón arrepentido es una comprensión de que no soy perfecto. Soy humano. Soy de carne y hueso. He cometido errores y quiero cambiar. Podemos orar: Dios, te necesito. Necesito tu gracia, tu Misericordia y tu ayuda.
El punto es, antes que nada, Dios quiere nuestros corazones. Y es sólo cuando podemos llegar ante el Señor con esa apertura, esa humildad, ese deseo de entregarnos a la voluntad de Dios – es lo que permite que nuestra adoración, nuestras buenas obras y nuestras ofrendas tengan sentido.
Rudyard Kiplin escribió: “Cuando el tumulto y los gritos mueren, los capitanes y los reyes se apartan: Todavía se mantiene tu antiguo sacrificio, “un corazón humilde y arrepentido”. Señor Dios de los ejércitos, mantente con nosotros aún, para que no olvidemos…para que no olvidemos.”
Nuestra oración es tomada del Salmo 51. Oremos: Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva la firmeza de mi espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me sostenga. A través de Jesucristo. Amén.
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