Para Ti…
La carta a los Filipenses es una de las cartas más cálidas de Pablo. También fue una de las más alegres. Está escrita a un grupo de personas que conocía y amaba. Lo sorprendente es que la escribió desde la prisión, y mientras la escribía, se enfrentada a cargos de pena capital. Sabía muy bien que podría ser martirizado por su fe.
Cuando pienso en la situación de Pablo, me imagino que en esa etapa de su vida y de su ministerio, después de todo lo que había soportado, años de prisión, naufragios, apedreamientos, palizas…él tuvo que sentirse agotado. Me imagino que pensaba en volver a casa para estar con Jesús…Me imagino que anhelaba experimentar ese “eterno peso de gloria más allá de toda medida” del que había escrito tan bellamente.
Y en el capítulo 2, versículo 21, escribe: “Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.”
Pero es casi como si estuviera discutiendo consigo mismo porque luego añade: “Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con Cristo, que es muchísimo mejor…Pero…” él continúa: “por el bien de ustedes es preferible que yo permanezca en este mundo…” Por el bien de ustedes…Y luego él añade: “Convencido de esto, sé que permaneceré y continuaré con todos ustedes para contribuir a su jubiloso avance en la fe…”
En otras palabras, toda la motivación de Pablo para vivir, toda su motivación para seguir adelante es su deseo para servir a los demás.
Sin duda, el amor es un motivador poderoso. También es la necesidad de dar, de servir, de marcar la diferencia. La verdad es que, en cada etapa de la vida, todos tenemos algo que ofrecer a los demás. Todos podemos encontrar formas de dar y servir.
Nuestra fe nos enseña que Jesús nos muestra el corazón mismo de Dios. Si esto es verdad, entonces vemos claramente que adoramos a un Dios que lo da todo. Adoramos a un Dios que es amor…Adoramos a un Dios que camina al lado de los que sufren…de los necesitados.
Si fuimos creados a imagen de un Dios así, no es de extrañas que encontremos gran significado, alegría y esperanza en nuestra generosidad.
Oremos: Dios misericordioso, te damos gracias porque, incluso en medio de nuestro quebrantamiento, sigues intentando obrar a través de nosotros. Oramos hoy, especialmente por aquellos que sienten que llevan el peso del mundo sobre sus hombros. Acércate a ellos. Acércate a nosotros. Amén.
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