Orando Juntos
Ayer reflexioné sobre la belleza de la comunidad como parte del motivo por el que sigo a Cristo. Continúo ese tema hoy.
Hace unas semanas alguien me dijo: Orar solo es bueno, pero orar juntos es poderoso. Esto me hizo pensar en cómo el 11 de Septiembre del 2001, nuestra iglesia celebró una vigilia de oración esa misma noche. Recuerdo que cantábamos juntos, la versión de Kyrie, – Señor, ten piedad…Señor ten piedad…Señor, ten piedad de nosotros…Uno de los himnos Cristianos más antiguos, y ni siquiera podía cantarlo. Tenía un nudo en la garganta y las lágrimas corrían por mi mejía. Pero la comunidad lo cantó por mí.
Es posible que hayas tenido momentos como ese cuando llegaste a adorar un Domingo por la mañana, tal vez después de la pérdida de un ser querido, o después de un mal diagnóstico, o en algún otro momento terrible, y no puedes cantar y no puedes orar…pero las oraciones y los himnos de cientos de personas más te rodean…la comunidad lo ora por ti…la comunidad lo canta por ti.
¿Existe algún otro lugar público donde esté bien llorar? De hecho, ¿Existe otro lugar público donde nos reunamos a lo largo del espectro político para trabajar por el bien común?
Y no, no siempre es fácil. Y sin embargo…
¿En qué otro momento de la vida nos detenemos para reenfocar nuestras vidas? En qué otro momento seremos capaces de nombrar honestamente la realidad del mundo que nos rodea – sí, hay mucho quebrantamiento, mucho dolor y hambre – y aún así decir, estamos aquí para adorar porque no creemos que el sufrimiento tenga la última palabra…Hay un poder mucho mayor en acción – que nos ha llamado.
En un momento en que la soledad y el aislamiento social se describen como una pandemia, en un momento en que nuestra nación está tan dividida, en un momento en que el cambio se está produciendo tan rápidamente y que el tejido social y moral parece deshilacharse, sé que no puedo navegarlo solo. Necesito a Cristo…Y necesito a la iglesia.
Esa es parte de la razón por la que sigo a Cristo. ¿Y tú?
Oremos: Dios amado, te doy gracias por mi familia de fe, por una comunidad de personas que caminan a mi lado en este viaje de la vida. Te doy gracias por la forma en que me aman, me retan y oran por mí. ¡Qué regalo! Que continúes reuniéndote con nosotros, así como nosotros nos reunimos contigo. En el nombre de Cristo. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!