Narrado por: Ramon Lira
Mi amigo y su esposa estaban en Charleston hace poco celebrando su aniversario. Caminaban por una de esas calles pintorescas y un hombre lo detuvo y le preguntó:
—Oye, hermano, si murieras esta noche, ¿sabes a dónde iría tu alma?
Mi amigo respondió, sí. Entonces, el hombre preguntó:
—¿Has nacido de nuevo?
Mi amigo es pastor y sabe perfectamente a qué se refería este hombre con “nacer de nuevo”. Él fácilmente podría haber dicho simplemente, sí. Pero mi amigo, sabiendo también que la forma en que se estaba usando esta frase, como una especie de prueba de fuego, no captaba la riqueza y los matices de lo que Jesús quería decir, cometió el terrible error de preguntarle a este hombre:
—¿Qué quieres decir exactamente cuando dices nacer de nuevo?
Por supuesto, la conversación derivó en un debate sobre el monje Pelagio y la diferencia entre la teología anabaptista y la reformada. Y su esposa dijo que casi les arruinó la noche.
En el Evangelio de Juan, capítulo 3, versículos 1 al 10, en una conversación con un líder religioso llamado Nicodemo, Jesús le dijo:
—De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo se aferra a una traducción y responde:
—¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya viejo?
Pero en realidad no es una mala pregunta. A veces es difícil imaginar renacer después de envejecer. A veces es difícil imaginar renacer después de que nos hemos asentado en nuestras costumbres. A veces es difícil imaginar renacer durante esos momentos muertos de nuestras vidas.
Si te has bautizado, has nacido del agua y del espíritu, y la respuesta a esa pregunta, si alguien te la hace, es un rotundo sí. Pero quizás podrías añadir algo:
—Sí, pero ojalá Dios aún no haya terminado conmigo.
Oremos al comenzar este nuevo año:
—Oh Dios, concédenos abrirnos a la acción de tu espíritu en nuestras vidas. Prepara nuestros corazones y mentes para que obres algo nuevo en nosotros. Por Cristo Jesús. Amén.
Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos.