¡Debería Haber una Ley!
El mensaje de hoy fue escrito por el Capellán Bob Griffiths.
Desde Abbott y Costello hasta la actualidad, escuchamos esa frase. Pero también hay quienes dicen que ya existen demasiadas leyes y que deberíamos reducir, consolidar y simplificar lo que ya está en los libros, que es algo similar a lo que hace Jesús en el Sermón del Monte. Verán, la mayoría de los Cristianos piensan que las leyes son solo los Diez Mandamientos. Pero si incluimos todos los mandamientos que se encuentran en los cinco libros de la Torá, ¡hay 613! Son muchísimas leyes, y fueron diseñadas hace miles de años para regir todos los aspectos de la vida Judía, tanto sagrados como seculares. Se llaman mitzvot, que es el plural hebreo de mitzvá, que significa mandamiento (aunque en Yidis, una mitzvá es una buena acción).
Para la época de Jesús, se había desarrollado durante los siglos anteriores un amplio corpus de interpretación y comentario sobre las mitzvot. Se trataba de una tradición oral, y entre los principales guardianes de esta tradición, en constante crecimiento, se encontraban los Fariseos, considerados por los Judíos observantes como los intérpretes definitivos de las Leyes Mosaicas y de cómo vivir una vida observante. El lado negativo de su labor es que, al parecer, se interesaron más por el legalismo puro que por la intención de las leyes. El Judío promedio que deseaba ser escrupulosamente observante se enfrentaba a una tarea imposible – no solo debía lavarse las manos antes de comer, por ejemplo, sino que solo había una forma específica de hacerlo.
Así que aquí (en parte) está cómo Jesús aborda esto: «Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente.” Pero yo les dijo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda».
«Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.” Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles? Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto».
«Ustedes deben orar así:
“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre,
Venga tu reino, hágase su voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. Y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal.”
“Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas.”
¡Amén!
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