Adán y Eva
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Hay una historia divertida sobre Adán y Eva. Adán se quedó hasta tarde una noche en el jardín del Edén. Cuando llego a casa, Eva estaba realmente molesta. “¿Dónde has estado, Adán? ¿Has estado saliendo con alguien más?” Adán respondió: “No te preocupes cariño, no hay nadie más aquí. Solo somos nosotros.” Bueno, más tarde esa noche, Adán se despertó al sentir que Eva estaba presionando uno de sus costados. “¿Qué rayos estás haciendo Eva?”, Preguntó Adán. “¡Estoy comprobando si todavía tienes todas tus costillas!”
La historia es divertida. Pero también nos recuerda de una manera humorística de como los celos pueden afectarnos. Puede llevarnos a sacar conclusiones precipitadas. Nos puede poner ansiosos, preocupados y estresados.
A menudo, los celos se basan en el miedo a perder algo que queremos. O puede basarse en el temor de que de alguna manera seamos inferiores a otros que tienen algo que nosotros no tenemos. En cualquier caso, los celos son muy perjudiciales para la salud.
El Apóstol Pablo le escribió a su joven colega Timoteo: “…Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.” – 2 Timoteo 1:7
Mi oración es que cuando sientan las punzadas de los celos que puedan reconocer que se basa en miedo. No permitas que dicho miedo te domine. Cuenta las bendiciones que tienes. Y, recuerda que Dios ciertamente te ha dado un espíritu de poder, de amor y de dominio propio.
Oremos: Dios amoroso y misericordioso, hoy nos detenemos para darte gracias por las muchas, muchas bendiciones que has derramado en nuestras vidas. Te damos las gracias por la lluvia y el sol, por los amigos y la familia; por las risas y las sonrisas; por la comida y refugio, y por la belleza de tu creación. Sabemos que nos amas y te preocupas por nosotros. Ayúdanos a confiar más plenamente; a través de Jesucristo. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!