En una Vida Libremente Entregada

Ayer reflexionamos sobre el versículo de Juan 12:21, donde unos Griegos encuentran al discípulo Felipe y le dicen: «Señor, queremos ver a Jesús.»

Al identificarlos como Griegos, Juan nos está diciendo que no son Judíos. No son personas de la fe. Pero, de alguna manera, se encontraron en una fiesta religiosa. Debieron haber oído hablar de Jesús porque encontraron a uno de sus discípulos, un hombre de nombre Felipe, y pidieron verlo. Querían saber más.

Es interesante. Jesús no dice: Díganles a los Griegos que me encontraré con ellos en la iglesia. El no dice: Díganles que primero deben creer esto, esto  y esto, y luego podrán verme. No. Más bien él dijo que mi hora ha llegado.

Ahora bien, en el Evangelio de Juan, la palabra “hora” es intensa. Jesús la utiliza para referirse a la cruz y la resurrección. Así que aquí él dice: Si estas personas quieren verme, me verán con toda la claridad a través de los acontecimientos que están a punto de suceder. Ellos verán mi enseñanza puesta en práctica. Ellos verán mi vida derramada. Y ellos verán la vida surgir de la muerte.

Jesús continúa diciendo: «Ciertamente les aseguro que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto. Quien quiera servirme, debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi siervo.

Jesús habla de su propia vida y muerte. Pero también habla de la nuestra. Cuando amamos, cuando nos sacrificamos por el bien de los demás, cuando morimos a nosotros mismos, a nuestro ego, a nuestro orgullo, a nuestras propias intenciones, estamos mostrando a los demás su amor…

No hay duda de que las persona todavía anhelan ver a Jesús.

Que lo vean en ti y en mí.

Oremos: Dios de Esperanza, encuéntranos hoy en nuestra necesidad más profunda. Sánanos donde necesitemos sanación. Consuélanos donde necesitemos consuelo. Rétanos donde necesitemos ser retados. Y luego utilízanos como instrumentos de tu amor y gracia, para que el mundo vea a Jesús a través de nosotros. Amén.

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