El que Siempre “Soluciona”
Hace apenas unos meses, conduje hasta Tallahassee para dejar a mi hija en la Universidad de Florida State, para que comenzara su primer año de universidad. Fue difícil. Ya era un momento emotivo, pero mientras la estábamos acomodando en la universidad, nos dimos cuenta de que no había recogido su credencial de estudiante en la orientación. Esta es la credencial que te permite no solo acceder a los dormitorios, sino también comer en el comedor. Era viernes por la tarde y nos enteramos de que la oficina no volvería a abrir hasta el lunes a las 8 a.m. Entonces Emily, con todas las emociones a flor de piel, estaba llorando. Y yo comencé a decir: “¿Qué tal si intentas esto? ¿Qué tal si haces aquello? ¿Quieres que yo llame? ¿Por qué no llamas tú…?”
Ella me miró y me dijo muy amablemente: “Basta. Papá, tú eres siempre el que soluciona. Yo no necesito a un solucionador. Yo necesito un papá…Yo solo necesito a alguien que esté aquí conmigo.”
Tuve que haber sabido. Pero yo tengo tendencia a querer arreglar las cosas, a intentar solucionarlas, de hacer las cosas bien. Pero la verdad es que, a veces, si nos apresuramos a intentar solucionar las cosas, en realidad podemos empeorarlas.
Me pregunto si hay áreas en tu vida en las que necesitas confiar en que Dios está obrando.
Sin duda, me cuesta mucho afrontar esto. La próxima vez, me pregunto si, en lugar de apresurarme a solucionar las cosas, de salvar, de indicar, de halar, remendar, podría simplemente escuchar primero, mostrar mi amor y apoyo y luego confiar.
Oremos: Señor Jesucristo, ayúdame a recordar siempre que tú eres el Salvador, no yo. Ayúdame a saber cuándo actuar, cuándo escuchar y cuándo simplemente confiar. Hoy te entrego de nuevo mis preocupaciones, ansiedades y cargas. Dejo en tus manos mis hijos y a otras personas que están en mi corazón. Concédenos tu paz. Amén.
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