El Regalo de la Presencia
La difunta Elisabeth Kubler-Ross, psiquiatra y autora de varios libros sobre la muerte y el morir, contó la historia real de una anciana que trabajó durante muchos años en un hospital de Chicago, limpiando pisos. Ella notó que cuando dicha mujer salía de la habitación de un paciente moribundo, ese paciente siempre, sin excepción, estaba más feliz y más en paz que antes de que ella entrara.
Habiendo observado que esto sucedía una y otra vez durante un periodo de tiempo, la Dra. Kubler-Ross estaba decidida a averiguar qué estaba pasando. Ella invitó a la anciana a su oficina para una conferencia. Mientras hablaban, ella descubrió que la mujer de limpieza, pobre, sin educación y arrugada había enfrentado mucha pobreza, sufrimiento y tragedia en su vida.
De hecho, la mujer compartió que su hijo de tres años murió en sus brazos mientras esperaba en una clínica de salud pública para que lo atendieran por una neumonía. “Ya ve doctora, dijo la anciana, “los pacientes moribundos son como viejos conocidos para mí, y no tengo miedo de tocarlos, de hablar con ellos o de ofrecerles esperanza.”
En última instancia, uno de nuestros mayores regalos para el mundo que nos rodea es la esperanza. No la esperanza ciega que finge que todo está bien y se niega a reconocer cómo son las cosas. Sino más bien el tipo de esperanza que proviene de mirar el dolor y el sufrimiento directamente a los ojos y negarse a creer que esto es todo lo que hay. Esperanza que viene no de andar sufriendo – sino de atravesarlo y reconocer a Dios incluso en medio de él.
Oro hoy para que confíes en que Dios está contigo incluso en los momentos más oscuros de la vida. Y, que estés dispuesto a caminar con otros a través de sus sufrimientos. Tu presencia, tu esperanza y tu fe son un verdadero don. Al compartir estos dones, nuestra propia fe y esperanza se profundizan.
Oremos: No hay duda, Oh Dios, que nos has bendecido de sobremanera. Al notar estas bendiciones, que vivamos y demos de esta abundancia. En el nombre de Cristo. Amén.
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