Esperanza Más Allá
Recuerdo que hace años estuve en un centro de retiro Católico Romano en Ginebra, Suiza. En la pared de mi habitación había un crucifijo. Y, mientras yacía en la cama por la noche, me encontré mirando el cuerpo torturado de Cristo, colgando inerte de la cruz. (¡No es exactamente propicio para tener sueños placenteros!)
Como Protestantes, mostramos sólo la cruz vacía, con énfasis directo en la Pascua, la resurrección. Pero plantea la pregunta: ¿Nos estamos perdiendo de algo? Es interesante que todos los evangelios, particularmente el Evangelio de Juan, centran una extraordinaria cantidad de atención en los últimos días de la vida de Jesús, empujándonos a contemplar su muerte.
Pero no nos gusta pensar en la muerte, ¿verdad que no? Sin embargo, es una parte inevitable de la vida misma. Y siempre recuerdo que nuestra tradición y fe, de hecho, nos ayuda a afrontar y añadir significado a estos grandes momentos.
Pienso en los primeros Cristianos que adoraban en las Catacumbas. Uno de los himnos más antiguos es Phos Hilaron (Luz Gozosa), que potencialmente podría traducirse como “Luz Alegre”. Originalmente se cantaba en Semana Santa en los cementerios, celebrando la Luz y alegría ante la muerte.
Pienso en la esperanza que tenemos, que hay más allá de esta vida. La esperanza que tengo de volver a ver algún día a mis abuelos, mis tíos, el papá de Robbie. Pienso en el momento en que visité a uno de mis miembros de mi congregación justo antes de su muerte, tomándonos de las manos para orar, pude sentir su fuerza interior. Ella estaba segura de que la muerte no tendía la última palabra. Ella estaba esperando ver a su madre y padre. Su fe le había dado valor.
Pienso en los rituales que ponemos al final de la vida. En los últimos años, he tenido a dos amigos, que no van a la iglesia, quienes perdieron a sus esposas. Uno de ellos me pidió que dirigiera un servicio religioso conmemorativo en la playa para su esposa, y me alegré de hacerlo. Mi otro amigo, su esposa era prácticamente atea, y no hubo ningún servicio religioso conmemorativo. Y eso para mí se sintió como una gran perdida.
Como reflexionó recientemente mi amigo Hunter: “Quizás el Evangelio de Juan nos hace reflexionar durante mucho tiempo sobre la muerte de Jesús para que podamos reflexionar más plenamente sobre la magnificencia de su vida. Es en la realidad de la cruz donde vemos el brillo, la singularidad y la santidad de su vida.”
Asimismo, es en la muerte de Jesús donde vemos la solemnidad y la seriedad del amor de Dios. En la muerte de Jesús vemos cuán importantes son realmente nuestras vidas. Vemos lo importante que es cada vida. Vemos un poco más claramente la responsabilidad de protegerlo, apreciarlo y considerarlo sagrado. Y recobramos de nuevo la verdad de que nada, absolutamente nada, puede separarnos del amor de Dios, ni siquiera la muerte.
Oremos: Te damos gracias, Dios Amoroso, porque en la vida y en la muerte te pertenecemos. Ayúdanos a recordar siempre lo preciosa y valiosa que es realmente la vida; a través de Jesús nuestro Señor. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!