Voluntad de Abandonar el Resentimiento
Estaba escuchando un podcast acerca del perdón, cuando conducía mi vehículo del trabajo a mi casa, y estaban entrevistando a un psicólogo, Robert Enright, que había estado trabajando en apoyar a niños en Liberia. Puede que recuerdes que este país ha sido sacudido por la guerra civil. Él estaba hablando sobre una sesión de Skype que el realizaba cuando un niño se puso de pie, en frente de la cámara, y preguntó: “¿Debería perdonar a la persona que mató a mi mamá?” Luego, apareció una niña pequeña y dijo: “Yo amaba mucho a mi hermana… ¿Debería perdonar a ese hombre que le quitó la vida?”
Enright dijo que dicha situación simplemente le rompió el corazón. Y, sin embargo, sabía que si no perdonaban…si no pudiesen perdonar…la amargura y el resentimiento se verían arrastrados no solo por toda la vida – sino posiblemente por generaciones futuras. El odio hacia dicho grupo de personas se transmitiría a los hijos nietos y bisnietos.
Enright prosiguió a definir el perdón, al menos en parte, como la voluntad de abandonar el derecho al resentimiento que tiene cada persona.
Lo que me sorprende es que, de acuerdo con dicha definición, tenemos el derecho inherentemente a estar amargados o enojados. Y, al menos inicialmente, puede ser importante para nosotros sentir dichas emociones. Pero a largo plazo, tenemos que preguntarnos: “¿Es esto algo que quiero seguir llevando dentro de mí? ¿Quiero que esta otra persona – o personas – vivan dentro de mi cabeza y corazón de dicha manera? ¿Quiero que lo realizado por esta persona pase a controlar mi vida de alguna forma o sentido?
Tal vez sepas lo que es no querer perdonar – no querer que Dios perdone. Es humano pensar de dicha forma. La necesidad de venganza es una emoción poderosa.
Y, sin embargo, la verdad es que cuando lo llevamos con nosotros – la persona a que más le duele es a nosotros mismos.
Oremos: Dios amoroso, comenzamos simplemente por elevar hacia ti a aquellas personas que nos han lastimado o engañado o nos han traicionado. Derrama tu gracia sobre nosotros y ayúdanos a dejar ir cualquier amargura o resentimiento. Aunque nunca podamos reconciliarnos – o ni siquiera olvidarnos de la ofensa, comienza, incluso en este momento, a limpiar nuestras almas de odio. Y a medida que lo hagas, reemplaza dichas emociones con una abrumadora sensación de paz. Te lo pedimos en nombre de Jesús. Amén.
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