Viendo a Través de un Mejor Lente
Ayer reflexioné sobre uno de los temas principales de la antigua Sabiduría Celta – que Cristo está presente en lo profundo de todo lo que tiene ser. Yo mencioné que el poeta Kenneth White llama a esta luz que está dentro de todas las cosas, “El País de Diamantes.” Y él planteó la pregunta: ¿Puedes verlo?
El tiempo a solas a menudo nos permite ver cosas sobre nosotros mismos que de otra manera no veríamos. Puede revelar nuestros puntos ciegos. Una de las cosas que vi claramente sobre mí mismo, durante mi año sabático, es que, a medida que envejezco, he estado más preocupado y me he puesto más nervioso. Y hubo momentos a lo largo de mi peregrinaje en los que me sentí oprimido por el miedo o la preocupación…Y cuando lo noté, por supuesto, probablemente no siempre lo notaba, pero cuando lo notaba, traté de entregarlo. Está bien, Joe, confía y déjalo ir…
Una cosa que sé con certeza es que cuando miramos el mundo a través de un lente de miedo, ya sea miedo al futuro…o miedo al otro…nunca veremos la Luz de Cristo en nuestro interior. Seguramente extrañaremos el país de diamantes justo en frente de nuestros ojos. Y me hace pensar, a pesar de todo lo que vi, cuánto me he perdido…
John O’Donohue escribe sobre otros lentes a través de los cuales a veces vemos el mundo el cual nos impide verlo. Está el lente de la codicia o la envidia – cuando nuestros ojos están obsesionados por los que aún no poseemos…ya sea conocimiento, dinero o cosas. Está el lente del juicio, que siempre está evaluando a los demás y, por lo general, es más duro consigo mismo. Están los lentes del cinismo, el resentimiento o la amargura que nublan nuestra visión. Y hay un lente de indiferencia – que ignora las necesidades y vulnerabilidades de quienes nos rodean…A menudo, estos lentes no disfrutan ni el perdón ni de la imaginación para permitirnos ver el fondo más profundo de las cosas.
Y por eso oro hoy, para que Dios nos conceda la capacidad de notar cuando nuestra visión está nublada por el miedo…o el resentimiento…o la envidia, o cualquier otra cosa. Y cuando empecemos a notar, que pidamos a Dios que nos ayude a dejarlo ir, que nuestros ojos y corazones se reajusten y se sintonicen con la presencia de Cristo siempre dentro y alrededor de nosotros.
Oremos: Dios de gracia, llénanos con tu Espíritu. Suaviza nuestros corazones y permítenos vivir desde un profundo sentido de tu presencia. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
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