Todos Pertenecen a Dios

Todos Pertenecen a Dios

Ayer reflexioné sobre la parábola de Jesús, donde dice que el reino de los cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. Y llegó su enemigo y sembró mala hierba en medio de la mezcla. Cuando los sirvientes se dieron cuenta le dijeron al dueño: “Señor, ¿no sembró usted semilla buena en su campo? Entonces, ¿de dónde salió la mala hierba? ¿Quiere usted que vayamos a arrancarla?” Pero el dueño en esta parábola dice que no. No sea que, al arrancar la mala hierba, arranquen con ella el trigo. 

Ahora bien, me imagino que cuando Jesús contó esta parábola, tenía en mente la iglesia del futuro. Me imagino que sabía que algunos de nosotros seríamos solucionadores de problemas, algunos de los que estamos aquí podríamos ser demasiado celosos y algunos de nosotros aquí podrían querer que nuestra comunidad sea pura, saludable que tenga un aspecto determinado. Imagino que él sabía que pensaríamos que sabemos siempre qué es lo mejor, y que a veces seríamos demasiado rápidos para juzgar, demasiado rápidos para clasificar, demasiado rápidos para arrancar lo que pensábamos que era la mala hierba.

La verdad es que, a veces, en nuestros intentos de arrancar las malas hierbas o limpiar la casa, hemos causado un gran daño.

Recuerdo que, al leer sobre la historia de la iglesia, en una de las primeras cruzadas, unos caballeros de Europa Occidental atacaron una ciudad Árabe en su camino hacia tierra santa y mataron a todos los que cruzaron en su camino. No fue hasta mucho después, cuando dieron vuelta a los cuerpos, que encontraron cruces alrededor del cuello de la mayoría de las víctimas. Hasta ese momento, nunca se les había ocurrido que los Cristianos tuvieran la piel morena además de piel blanca.

Me gustaría poder decir que esa forma de arrancar la mala hierba, e incluso la violencia, son cosas del pasado. Muchos grandes escritores y teólogos han sostenido que tal vez más mal llega a este mundo por tratar de eliminar lo que creemos que es malo que por cualquier otra cosa. El hecho es que a menudo no podemos distinguir el trigo de la mala hierba, porque a menudo están entrelazados, incluso dentro de nuestros propios corazones.

Aquí, Jesús está diciendo: No es tú trabajo juzgar, es el mío. Y sucederá al final de los tiempos. Pero no ahora y no sin mí. En definitiva, nos está recordando que no es nuestro trabajo determinar quién es digno del amor de Dios. Es más bien nuestro trabajo amar a todos e imaginar que todos pertenecen a Dios.

Oremos: Dios Santo, ayúdanos a confiar en tu obra santa y misteriosa. Y concédenos la certeza de que un día tú distinguirás el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto, incluso dentro de nuestros propios corazones; por medio de Jesucristo. Amén.

¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!

Daily Message Author: Joe Albright

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