Sanación para el Alma
Hay una historia sobre cuatro pastores que se encontraron para una reunión con amistadas. Durante la conversación un pastor dijo: “Nuestra gente viene a nosotros y derrama sus corazones, confiesan sus pecados y necesidades. Deberíamos hacer lo mismo el uno para el otro. Después de todo, la confesión es buena para el alma.” A su debido tiempo, todos estuvieron de acuerdo. Uno de ellos dijo que tenía un problema con perder la paciencia en casa. El segundo confesó que le gustaba beber un poco de más. Y el tercero confesó que le gustaba tanto el golf que fingía estar enfermo para poder jugar los fines de semana. Cuando llegó el turno al cuarto, no se confesó. Los demás lo presionaron diciendo: “Vamos, nosotros confesamos lo nuestro. ¿Cuál es tu vicio secreto?” Finalmente, él respondió, “¡son los chismes y no puedo esperar para sacar todo a luz pública!”
Es cierto que la confesión es buena para el alma. Pero, a diferencia del cuarto pastor, la confesión debe conducir al arrepentimiento – al cambio. Es importante pedir disculpas por las malas acciones y enmendar cuando sea posible. Ese es un comienzo. Pero la verdadera sanación viene sólo cuando empezamos a vivir de manera diferente.
El Salmo 103 nos recuerda que: “Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente.” En Jesucristo hay perdón. Pero también hay valor y fuerza para vivir de manera diferente. ¡Gracias a Dios!
Nuestra oración de hoy viene del Salmo 51. Oremos: Ten compasión de mí, Oh Dios, conforme a tu gran amor. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado. Crea en mí un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me sostenga. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!