Revestido de Humildad
Una vez escuché una historia divertida sobre el gran boxeador Mohammed Ali. Justo antes de despegar en un vuelo de una línea aérea, la azafata le recordó a Ali que se abrochara el cinturón. “Superman no necesita cinturón de seguridad,” respondió.
“Superman tampoco necesita un avión,” replicó la azafata. Ali se abrochó el cinturón.
Me gusto eso. Me encantó la forma en que la azafata respondió con humor. Desvió la tensión y obtuvo los resultados.
A veces todos dejamos que nuestro orgullo se lleve lo mejor de nosotros.
Cuando siempre tenemos que estar en lo correcto…
Cuando tenemos que tener la última palabra…
Cuando es a mi forma o ninguna otra…
Cuando no escuchamos a aquellos con quienes no estamos de acuerdo…
Cuando no buscamos ayuda, aunque la necesitemos…
La verdad es, no hay tal cosa como Superman. Ninguno de nosotros es invencible. No somos autosuficientes. No podemos hacerlo por nuestra cuenta. Necesitamos a otras personas, y necesitamos a Dios.
Pedro fue uno de los discípulos de Jesús que quizás luchó más con su orgullo. Con los años se hizo más fuerte y sabio. Durante su avanzada edad escribió: “Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes…Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo.” (1 Peter 5:5b-6).
El día de hoy, pidamos a Dios que nos ayude a hacer de lado nuestro orgullo – para que nuestras vidas tengan espacio para sanar y crecer.
Oremos: El día de hoy, Oh Dios, te entregamos nuestro orgullo. No tenemos que reflexionar mucho para darnos cuenta de que no podemos hacer las cosas individualmente durante mucho tiempo en la vida. Te necesitamos. Muévete profundamente en nuestras vidas este día. Sánanos, renuévanos, y refréscanos con tu amor y gracia – pedimos con toda la humildad. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!