Por Gracia
Hace algún tiempo leí sobre el funeral de Carlomagno, uno de los más poderosos gobernantes Cristianos de la temprana Edad Media. Después de su muerte, hubo una enorme procesión funeraria desde su castillo hasta la Catedral de Aquisgrán. Cuando el féretro llegó, con mucha pompa y circunstancia, fue recibido por el obispo local, que cerró la puerta de la catedral.
En la costumbre de dichos tiempos, el obispo preguntaba: “¿Quién viene?”
“Carlomagno, Señor y Rey del Sacro Imperio Romano,” proclamó el orgulloso heraldo del emperador.
“A él no lo conozco,” respondió el Obispo. “¿Quién viene?”
El heraldo estaba un poco confundido, pero respondió, “Carlos el Grande, un hombre bueno y honesto de la tierra.”
“A él no lo conozco,” respondió nuevamente el Obispo. “¿Quién viene?”
El heraldo, ahora completamente desmotivado, respondió, “Carlos, un humilde pecador, que suplica por el regalo de Cristo.”
En el nombre de Cristo, el Obispo respondió, “¡Entre! ¡Recibe el regalo de vida de Cristo!”
El punto es claro. Todos estamos al mismo nivel ante el Señor. Todos necesitamos la gracia y misericordia de Dios. Pero aquí está la buena noticia. No se trata de lo bueno que somos o cuánto éxito hayamos logrado lo que nos hace obtener el amor y la salvación de Dios.
Romanos 2 nos recuerda: “Con Dios no hay favoritismo.” Y, en Efesios 2 promete: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.”
Oremos: Te damos las gracias, Oh Dios, por amarnos tal y como somos. También te agradecemos por amarnos tanto que nos invitas a cambiar y crecer. Abre nuevamente nuestros corazones para recibir tu amor, perdón y salvación. Lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!