Pecado Secreto
El mensaje de hoy fue escrito por la pastora invitada Rev. Tasha Blackburn.
El cántico más corto que tenemos en la Biblia a menudo se denomina “Cántico de los Peregrinos” o algo así. Es el Salmo 131 y la primera mitad dice así: “Señor, mi corazón no es orgulloso, ni son altivos mis ojos; no busco grandezas desmedidas, ni proezas que excedan a mis fuerzas.” Eso es todo. Esa es la primera mitad de este cántico que es muy corto. Y, sí, aquí hay elementos que parecen un “confianza tranquila”, pero también puede haber elementos de un pecado terrible.
Pasamos mucho tiempo hablando del pecado del orgullo. Lo cual tiene sentido. Muchos de nosotros luchamos con ese problema particular. Pero rara vez, si acaso, dedicamos tiempo a hablar de su opuesto: El pecado de la humillación. Por favor, tenga en cuenta que no dije “humildad”. La humildad es algo bueno. Es un corazón que está en el lugar correcto con Dios y con el prójimo. Pero la humillación es algo diferente. Es un pecado y, lamentablemente, algunos de nosotros sufrimos bajo su peso.
La humillación es el pecado de creer que no vales nada, que no mereces amor, que tu corazón no merece ser alzado, tu cabeza no merece ser levantada, que no eres digno de nada grande o maravilloso. Es una cosa terrible vivir debajo de eso y es un pecado porque cada uno de nosotros es creado por Dios, tú eres creado por Dios. Lo que significa que eres digno del espacio que ocupas. Eres digno de alegría. Eres digno de cosas grandes y maravillosas.
Si no crees que lo eres, eso no es sabiduría susurrándote al oído; es el pecado. Necesita ser rechazado y no creerle. Porque Dios en Jesucristo promete que puedes convertirte en una nueva creación. Esa vieja vida, ese viejo yo que vivía con humillación, puede desaparecer. Una nueva vida te está esperando. Quizás este cántico, la más corta, puede ser tu primer paso hacia esa promesa.
Oremos: Señor, el pecado está tan cerca de mí. Es tramposo y le gusta fingir que no es pecado. Ayúdame a reconocer el pecado bajo el que vivo, ya sea el orgullo o la humillación. Y ayúdame a ponerlo ante ti, a dejar que lo lleves, para que pueda vivir la vida abundante que ofreces. Amén.
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