Manos
Mi amigo Robert McCrary solía tener una oración pegada a una pizarra de anuncios en su oficina titulada: “Manos.” El contenido habla de transformación y gracia. Se traslada de una preocupación por uno mismo a un amor por los demás. El autor es desconocido, y el día de hoy, lo convertiremos en nuestro mensaje y nuestra oración.
Mientras oramos, comienza con las manos cerradas. Luego, tal y como lo orienta la oración, ábrelos lentamente, y finalmente, si te sientes cómodo haciéndolo, levántalos.
Oremos: Yo veo, Señor, en mis manos fuertemente entrelazadas la representación de mí mismo. Me aferro a mí mismo – mis preocupaciones, mis posesiones, mi orgullo. Te excluí – menos me has cambiado. Excluí a otras personas – menos me conocen – menos me lastimarán. De hecho, con estos puños podría atacar a los que me pudiesen amenazar. Pero veo en mis nudillos blanqueados lo que esto me está haciendo. Estoy tenso, esclavizado, encarcelado conmigo mismo. Estoy cansado, tenso, solo y me estoy destruyendo a mí mismo.
Y ahora, al abrir mis manos lentamente, me entrego a ti, Señor. Toma mi culpabilidad, preocupaciones, cargas, vació y soledad. ¡Mis brazos ya no duelen! ¡Mis nudillos ya no son blancos! Gracias, Señor, por tu liberación – por la libertad – por la paz. Con las manos abiertas, ya no puedo excluirte – excluir a otras personas – o atacar a quienes me amenacen. Las manos abiertas son para ayudar. Llénalos con tu amor. Muéstrales qué hacer – cómo servir.
De repente, estoy consciente de los sufrimientos y necesidades de otras personas – de otras situaciones. En mi imaginación, los coloco en estas manos y los alzo hacia ti por tu gracia sustentadora y tu amor sanador. Ahora me doy cuenta, de que ya no estoy solo. Gracias, por tu gracia. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!