Las Semillas que Regamos
Durante los últimos dos días, he reflexionado sobre la cuestión de la guerra y nuestra respuesta Cristiana.
Personalmente, soy cada vez más consciente de que las semillas de la ira, el odio y la violencia están en cada corazón humano…Esas semillas siempre han estado ahí…desde el amanecer de la civilización…desde Caín y Abel…Y aunque tú y yo tenemos muy poca influencia sobre las situaciones geopolíticas como las de Israel, Rusia y Ucrania, sí tenemos influencia sobre si cuidamos o no esas semillas en nuestros propios corazones.
No cabe duda de que esos conflictos más grandes, la violencia y la brutalidad de esas guerras son frutos de la codicia, el odio y la ira, que se han ido alimentando en los corazones de las personas. Esas semillas, cuando se alimentan, tienen una forma insidiosa de propagarse a comunidades enteras e incluso a naciones…Y cuanto más se propagan, más se desarrollan y más difícil es detenerlas.
También soy consciente de que nos hemos acercado peligrosamente a dicha situación en nuestro propio país. Políticamente estamos muy divididos. Y la retórica de la ira y el odio no han disminuido mucho. Y esto nos plantea la pregunta: ¿qué semillas estamos regando?
Por otro lado, también pienso en los ejemplos de personas que no nutrieron dichas semillas…personas que en cambio nutrieron las semillas del perdón, la compasión y el amor…Pienso en personas como Nelson Mandela.
Pienso en Victor Frankel. Él escribió sobre cómo quienes sobrevivieron a los campos de concentración sin dejar que les destrozaran el alma, fueron aquellos que lograron mantener un mínimo de compasión humana en medio de la experiencia, aquellos que lograron amar y mostrar preocupación incluso a veces por los mismos guardias de la prisión.
Más cerca de casa, pienso en un hombre que conocí cuya hija fue asesinada a tiros por su propio marido. Y recuerdo como se negó a vivir con ira o amargura en su corazón. Pienso en la compasión que se podía ver en sus ojos, la generosidad de su espíritu, la fe y la esperanza a las que se aferraba…
No hay duda de que, en gran parte de los conflictos que se dan en el mundo, no hay mucho que podemos hacer para influir en ellos. Pero podemos orar, incluso por nuestros enemigos. Y podemos cuidar de nuestras propias almas. Podemos regar las semillas del amor, el perdón y la compasión en nuestras propias vidas.
Oremos: Jesús, tú eres el Príncipe de la Paz, y has prometido que un día traerás la paz a la tierra. Que dicha paz comience aquí, ahora mismo, en cada uno de nuestros corazones. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!