La Oración Nos Cambia
Hay una historia divertida sobre una madre que escuchó la oración a la hora de dormir de su hijo de quinto grado. Ella subió al segundo piso para verlo y se detuvo un momento fuera de su habitación. Ella lo escuchó orar una y otra vez. “¡Que sea Tokio! ¡Por Favor Dios, que sea Tokio!” Cuando finalizó sus oraciones, ella asomó la cabeza por la puerta y le preguntó: “¿Qué querías decir con “Que sea Tokio”?”
“Oh”, respondió el niño avergonzado, “hoy tuvimos una prueba de geografía y estaba orando para que Dios hiciera de Tokio la capital de Francia.”
Las oraciones cambian las cosas, sin duda. Pero nuestras oraciones no son mágicas, ¿Será que Sí? ¡Una de las cosas más importantes que hace la oración es cambiarnos! La oración nos lleva a la presencia de Dios. Abre nuestros corazones y profundiza nuestra relación con el Señor.
En su libro, The Sign in the Subway (Los Letreros en La Estación Subterránea), Carveth P. Mitchell cuenta sobre un gran letrero que una vez vio en una plataforma de una estación subterránea que decía: “Dios Responde a las Oraciones.” alguien había garabateado en la parte inferior del letrero: “¡A veces la respuesta es NO!
Es tan cierto, ¿Verdad que sí?
Mitchell continuó señalando que el propósito de la oración no es obtener algo de Dios, sino “tener un sentido de la presencia de Dios; para sentir la seguridad de que Dios está presente, en los alrededores y es más grande que cualquier circunstancia; que, pase lo que pase, le pertenecemos y sosteniéndonos están los brazos eternos…”
Oremos: Dios Santo, anhelamos saber que reforzando nuestras vidas y circunstancias están tus brazos eternos. Anhelamos saber tu perdón, amor y gracia. En nuestros momentos de oración, sintoniza nuestros corazones con el tuyo. Y, que se haga tu voluntad. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!