La Experiencia en la Tienda de Cometas

La Experiencia en la Tienda de Cometas

Cuando estaba en la universidad, trabajé por corto tiempo en esta pequeña tienda de cometas en San Agustín. Fue un trabajo genial elaborando y vendiendo cometas, conociendo todo tipo de personas interesantes. Bueno, una lenta mañana de verano, estaba allí, arreglando la tienda cuando entraron otros dos jóvenes de edad universitaria. Me tomaron por sorpresa porque inmediatamente se me acercaron y me dijeron: “Quiero presentarte a alguien. ¿Has conocido a mi amigo, Jesús?”

Estaba tan sorprendido que realmente no sabía qué decir, y creo que mi perplejidad era la señal para que ellos siguieran presionando, citando capítulos y versículos sobre el por qué seguramente me quemaría en el infierno si no lograra conocer a su amigo inmediatamente. Tenía miedo de que espantaran a los clientes, y cuando les dije que se salieran de la tienda, ya me habían convencido de que prefería quemarme en el infierno que pasar una eternidad en el cielo con personas como ellos. 

El asunto es que yo no me congregaba en la iglesia en ese momento, pero estaba espiritualmente abierto. Yo sabía que me faltaba algo. Y mirando hacia atrás puedo señalar con mi dedo ese anhelo en mi vida. Ahora sé lo que me estaba perdiendo en ese entonces.

Hubo una oportunidad para que dichos jóvenes compartieran la gracia de Dios conmigo, pero lo que trajeron en cambio fue temor y juicio. Definitivamente no fueron un buen testimonio del hermoso mensaje que se nos confió.

Se nos ha confiado un hermoso mensaje de gracia y esperanza. Dios ama a este mundo y a todas y cada una de las personas que lo habitan. Y hemos sido llamados a compartir dicho mensaje. Yo creo que el desafío para nosotros es encontrar maneras de hacer esto con amor.

Oremos: Dios misericordioso, sabemos que nos has llamado a ser luz en un mundo que a menudo es oscuro. Todos conocemos a personas que están sufriendo. Todos conocemos a personas que han perdido la esperanza, personas que sienten que están lejos de ti. Y, sin embargo, a veces pretendemos que no nos damos cuenta. A veces sentimos que no tenemos los medios para ayudar o las palabras para sanar. A veces tenemos miedo de compartir el evangelio porque hemos visto las formas dolorosas y, a veces, vergonzosas en que se ha hecho. Perdónanos estos tiempos, Oh Dios. Concédenos las palabras para alentar, invitar y traer esperanza. Ayúdanos a encontrar formas de compartir el amor, el perdón y la aceptación que nosotros mismos hemos experimentado de una manera que abre corazones. Te lo pedimos en el nombre de Cristo. Amén.

¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!

Daily Message Author: Joe Albright

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