Invaluable
A lo largo del año, el Equipo de Misión de Mayordomía, de nuestra iglesia, nos ha estado animando a pensar en la mayordomía desde una amplia variedad de perspectiva. Hemos estado reflexionando sobre cómo podríamos ser mejores administradores o cuidadores de los diversos regalos que se nos han confiado: Nuestra salud, la tierra en la que vivimos, nuestro tiempo, nuestros talentos, nuestra fe, y ahora en este mes, nuestras relaciones con los demás.
Este es un concepto realmente interesante para mí. ¿Cómo puedo ser mayordomo de mi relación con los demás: amigos, familiares, colegas, vecinos, hermanas y hermanos en Cristo?
Una cosa sí sé con seguridad: La dinámica de las relaciones humanas pueden volverse desastrosas. Estamos unos encima de otros. No estamos de acuerdo en política. Cometemos errores. Leemos mal e interpretamos mal. Y a veces nuestro orgullo asoma su fea cabeza y causa daño.
Piénsalo. ¿Qué efecto tiene en una relación que siempre tenga que ser a mi manera, o de ninguna otra forma? ¿Qué efecto tiene en una relación el hecho de que siempre debo tener la razón…o simplemente tengo que tener la última palabra…o me niego a ser el primero en perdonar o en pedir perdón? ¿Qué efecto tiene en una relación que ni siquiera quiera escuchar el punto de vista de otra persona?
¿Hay relaciones en tu vida que podrían ser diferentes si pudieras dejar de lado tu orgullo?
Si 2020 nos enseño algo es que a muchos de nosotros nos recordó el verdadero valor de nuestras relaciones. Cuando estuvimos encerrados durante meses, sin poder socializar, anhelábamos pasar tiempo con amigos y seres queridos. Extrañábamos cantar canciones juntos en la iglesia. Echábamos de menos las cenas compartidas, las conversaciones tranquilas e incluso ver a los compañeros cara a cara en la oficina. Todo esto me hace reflexionar sobre como nuestras relaciones necesitan atención.
Esta semana, oro para que reflexiones nuevamente sobre el perdón, la misericordia y el amor que has recibió de Cristo. Que estos sean regalos que tengas que compartir no sólo con el mundo que te rodea – sino también con tus seres más cercanos.
Oremos: Santísimo Dios, te damos gracias por los amigos y familiares, aquellos que nos han amado y enriquecido nuestras vidas a lo largo de los años. Recuérdanos nuevamente su verdadero valor. Concédenos corazones abiertos y humildes. Te lo pedimos en el nombre de Cristo. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!