Honesto Ante Dios
No solo una vez, sino dos veces, el Salmo 42 hace la pregunta: “¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar?” También dice: “Mis lágrimas son mi pan de día y de noche, mientras me echan en cara a todas horas: ¿Dónde está tu Dios?”
Estas emociones y preguntas son reales, parte de la experiencia humana. La mayoría de nosotros sabemos lo que es dicho sentimiento, sintiéndonos deprimidos, abandonados, desconsolados. Pero me pregunto cuánto de nosotros nos hemos sentido libres de expresar este dolor a Dios. La belleza de los Salmos es que no se contienen en nada. Los Salmos nos invitan a ser honestos ante Dios.
El Salmo finaliza: “En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!”
La alabanza no llega a su punto todavía, pero hay luz al final. Hay esperanza de que Dios obrará, que las cosas cambiarán, y que superaremos la situación en la que nos encontramos. Una de las cosas que me llama la atención es que el dolor debe ser reconocido antes de que haya esperanza.
Cuando tu alma está deprimida, que seas honesto ante Dios. En tu honestidad, al expresar tu propio dolor, que puedas comenzar a vislumbrar el amor redentor. Y, que puedas llegar a conocer en un nivel aún más profundo, a tu Roca a tu Salvador.
Nuestra oración de hoy es tomada del Salmo 13. Observe nuevamente el cambio de la queja a la alabanza. Oremos: ¿Hasta cuándo, Señor, me seguirás olvidando? ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro? ¿Hasta cuándo he de estar angustiado y he de sufrir cada día en mi corazón? Mírame y respóndeme, ¡Oh Señor mi Dios! Pero yo confío en tu gran amor; mi corazón se alegra en tu salvación. Canto salmos al Señor, porque ¡tú has sido bueno conmigo! Amén.
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