En Dar, Recibimos
Mi amigo, el Reverendo Ray Woody, quien era pastor jubilado, una vez me contó que durante su ministerio, los Domingos, solía visitar a todos los visitantes que asistían a su iglesia. Un Domingo en particular, él tuvo una experiencia inusual. La primera familia a la que fue a visitar dijo que sentía que la iglesia era cálida y amistosa. Ellos estaban emocionados en regresar. Sin embargo, al segundo hogar a que visitó, el hombre que abrió la puerta dijo: “Pastor, debo decirle que esa fue la iglesia más fría en la que he estado. Nadie me dio la bienvenida, nadie me habló.”
La misma iglesia, el mismo Domingo.
Cuando me dijo esto, Ray dijo, “Joe, ¿sabes lo que he encontrado?” En la vida, la mayoría de las personas harán un esfuerzo en reaccionar a lo que estoy haciendo. Si sonrío, me devolverán la sonrisa. Si extiendo mi mano, pondrán la suya. Si inicio una conversación, las otras personas hablarán. Si quiero involucrarme, lo podré hacer.
Has notado que cuando nos preocupamos lo suficiente por algo o alguien para poner nuestro corazón y alma hacia esa persona o cosa, es enriquecedor y gratificante. Piensa en un trabajo o en una relación. Pero, si damos solo la mitad de nuestro corazón – nunca podremos experimentar realmente la plenitud de lo que podría ser.
Esto también es cierto con nuestra fe, ¿verdad que es así? Cuando hacemos tiempo para la oración y la alabanza, cuando damos y cuando servimos, nuestra fe a menudo está viva y es un recurso con el cual podemos contar.
Oro hoy para que la plenitud de la paz de Dios descanse sobre ti. Que puedas conocer el amor, el perdón y la esperanza de Dios en la parte más profunda de tu ser. Y que puedas responder con todo tu corazón, alma, fuerza y mente.
Oremos: Nos has bendecido en abundancia, Oh Dios. Que, a su vez, seamos una bendición para los demás y para ti. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!