El Regalo del Silencio
El Salmo 62 declara: “En Dios solamente espera acallada mi alma …”
Recuerdo que hace unos cuantos años, mi esposa Robbie tomó una clase sobre meditación cristiana en la Iglesia Presbiteriana Memorial. Era impartida por nuestro amigo Marc Craddock.
Después de una introducción muy básica, Marc les pidió que se sentaran en silencio durante cinco minutos. Uno podría pensar que cinco minutos no es gran cosa. Pero Robbie dijo que ¡sintió que se le salía la piel de encima! Fue realmente difícil. Y entonces pensó: Esto es un problema. Si no puedo sentarme en silencio ni siquiera durante cinco minutos, algo anda mal.
Eso la inició en un camino…El silencio es ahora una parte habitual de su rutina matutina.
Creo que comencé mi propio viaje con el silencio más o menos al mismo tiempo que Robbie. Ella como que me arrastró hacia esta cuestión de la meditación. En realidad, ha sido algo muy bueno para mí. Hace aproximadamente un año y medio, quise ampliar y profundizar esta práctica. Decidí emprender un retiro de silencio de tres días en una escuela Trapense en Carolina del Sur. ¡Pasar de veinte a treinta minutos cada mañana a tres días completos no fue fácil! De hecho, al final del primer día, pensé: “”¡Me voy a casa! ¡No puedo hacer esto!”
Pero estoy muy contento haberme quedado. Ese largo periodo de silencio obró en algo muy profundo dentro de mí. Sentí que el Espíritu de Dios se movía en mi vida. Me ayudó a juntar todas las piezas de los últimos meses al final de mi año sabático. Salí de dicho periodo sintiéndome verdaderamente como si mi alma hubiera sido restaurada.
Me pregunto ¿cómo sería nuestras vidas si pudiéramos reducir un poco del ruido y el parloteo que nos rodea. Si pudiéramos sacar un poco de tiempo cada día para sentarnos en silencio en la presencia de Dios…? ¿Qué pasaría si, durante treinta minutos cada día, apagáramos los timbres, las notificaciones, la televisión, la tableta electrónica y escucháramos esa pequeña voz apacible?
No sé qué te parecerá esto. Pero, sí sé que, si lo encuentras, es un regalo.
Oremos: Dios Santísimo, mientras abrazamos un momento de quietud, incluso ahora, pedimos que Tu presencia nos envuelva. En el relativo silencio, háblanos al corazón…Fortalécenos. Renuévanos. Llénanos de tu paz. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!
