El Dios de Toda la Creación te Conoce
La enormidad del universo es algo más allá de nuestra comprensión. Nuestro sol es una estrella de tamaño promedio en una galaxia con innumerables estrellas, y nuestra galaxia es solo una de muchas galaxias. Por ejemplo, la galaxia cercana más grande a la Vía Láctea es la Galaxia Andrómeda. Está a 2.5 millones de años luz, lo que significa que la imagen que vemos en el cielo tardó 2.5 millones de años en llegar a nosotros.
Nosotros, en la traición judeocristiana, hacemos una asombrosa afirmación a la luz de la inmensidad del universo. Hay un Dios que creó todo esto y que se dio a conocer a nosotros. Dicho Dios no es solo una fuerza, sino un Dios personal, que tiene un propósito para su creación. Lo que es más asombroso: Él conoce a cada uno de nosotros, nos llama por nuestros nombres, y ve dentro de nuestros corazones.
Dicho Dios, que hizo la tierra, el sol y todas las galaxias, se preocupa tanto por nosotros que se encarnó en un ser humano al ser Jesús de Nazaret. Él vivió entre nosotros por un tiempo, y sufrió y murió como sacrificio por nuestros pecados.
Es una historia increíble y, sin embargo, tiene sentido. Es el Dios que es tan poderoso que creó este vasto universo y debe de tener un propósito. ¿Qué mejor propósito podría haber que crear seres que reflejen su propia naturaleza?
Es por eso por lo que Dios obra tan duro para traernos de vuelta a él, para regresar nuestros corazones al amor que provocó todo esto. Es el Dios, el verbo que se hizo carne, nos dice: “Vengan a mí todo ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave, y mi carga es liviana.”
El Dios que hizo la inmensidad del universo viene a nosotros nuevamente este día para que podamos cargar su yugo sobre nosotros y aprender de él, para que podamos encontrar descanso para nuestras almas.
Oremos: Oh Padre celestial, que has llenado el mundo de belleza: Abre nuestros ojos para contemplar tu mano amable en todas tus obras; que, nos regocijemos en toda tu creación, y que podamos aprender a servirte con alegría; por el bien de aquel por quien fueron creadas todas las cosas, tu Hijo Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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