Dios me Acompañó…
Ayer conté como, hace ya varios años, invité a los miembros de mi iglesia a tomarse unos minutos para reflexionar sobre un momento en que Dios los ha llevado a través del desierto de la vida. Les pregunté si estaban dispuestos a escribir sus historias de forma breve y compartirlas conmigo y los demás. Estos son solo algunos de los que recibí:
Querido Dios, me acompañaste a través de un momento difícil en mi vida lidiando con el cáncer…
Querido Dios, me acompañaste a través de los años de ser un inmigrante con un futuro incierto y, a veces, estar al borde de no tener suficiente dinero…
Querido Dios, no fue hasta que me acosté en el suelo y me entregué por completo a ti. Cuando me puse de pie y te agradecí, era una persona nueva. El alcohol ya no arruinaba mi vida. Eso fue hace 25 años…
Querido Dios, me acompañaste a través de la muerte de mi madre a una edad demasiado temprana. Me cuidaste cuando te perdí de vista, gracias por estar siempre en mi vida, incluso cuando no te estaba escuchando…
Querido Dios, estuviste conmigo a pesar de haber perdido un trabajo. Me rescataste de la preocupación constante y me bendijiste cuando estuve conectado con esta iglesia.
Querido Dios, pasé por un divorcio devastador después de 28 años de matrimonio. El Espíritu Santo vino a ser mi compañero constante.
Querido Dios…Me has acompañado a través de la enfermedad y el dolor muchas veces. Me acompañaste a través de la pérdida de un hijo adulto y me diste esperanza…
Yo podría seguir y seguir. Tú también podrías. Es muy posible que esta sea la razón por la que a lo largo de los salmos – incluso mientras lloran por necesidad, el salmista mira hacia atrás sobre su vida, recuerda y alaba.
Hoy, mientras miras hacia atrás a lo largo de tu vida, que puedas recordar tal forma en como Dios te ha conocido, cómo Dios de ha acompañado y cómo Dios te ha salvado. Si no lo hiciste ayer, tómese unos minutos hoy para reflexionar y escribir tu historia. Mientras recuerdas, que la esperanza surja dentro de ti. Y, que puedas dar gracias y alabanzas.
Oremos: Dios de tiempos pasados, Dios del mañana, Dios del presente, en tus manos encomendamos nuestras vidas. Te agradecemos por acompañarnos en los momentos más oscuros de la vida. Reúnete con nosotros de nuevo aquí y ahora. Que tu presencia, fortaleza y gracia nos llene y nos sostenga. En el nombre de Cristo. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!