Dios Llora de Gozo
Mi amigo, Don Custis, compartió una historia antigua conmigo que fue contada hace siglos por los rabinos Judíos.
Había una vez un hombre que tenía dos hijos. Él era un granjero exitoso y cuando murió dejó sus tierras a sus dos hijos. Con el transcurso del tiempo, uno de los hijos se casó con una joven y crio una familia de seis hijos. El otro hijo permaneció soltero. Los dos jóvenes cultivaban la tierra juntos y todo lo que cosechaban lo dividían equitativamente. El grano fue colocado en dos graneros, uno para cada hermano.
Se hicieron mayores. La tierra era buena y el clima gentil. Ellos prosperaron y ambos comenzaros a planificar para su vejez. Una noche, mientras revisaba sus cuentas, el hermano soltero empezó a pensar: “Mi hermano tiene siete bocas que alimentar y yo estoy solo. Él necesitará una mayor porción de los cultivos de los que yo necesito. Pero él nunca consentirá aceptar una mayor parte de la cosecha.” Pensó y pensó, y finalmente decidió que hacer.
Una noche, mucho después de que su hermano se haya dormido, el hermano soltero se levantó de la cama, caminó hasta el establo y comenzó a llevar sacos de granos al granero de su hermano. Mientras tanto, el hermano casado estaba planificando con anticipación. Se dijo a sí mismo: “Mi hermano y yo estamos envejeciendo, pero he sido bendecido con una esposa y seis hijos que cuidarán de mí cuando sea viejo. Pero él nunca consentirá aceptar una mayor porción de la cosecha.”
Y así este hermano también se levantó en medio de la noche mientras su hermano dormía y salió al granero y comenzó a llevar sacos de granos al granero de su hermano. Esto continúo durante varias noches, cada hermano desprendiéndose de sus propios granos para llevarlos al granero de su hermano.
Entonces una noche, cuando la luna estaba llena, los hermanos se encontraron en el campo a medio camino entre los dos graneros. Y cuando se vieron y se dieron cuenta de lo que el otro hermano había estado haciendo, comenzaron a llorar, dejaron caer sus sacos llenos de granos y se abrazaron.
Los rabinos nos dijeron esto y justamente en ese momento las nubes se deslizaron a lo largo de la cara de una luna brillante, y comenzó a llover. ¿Sabes lo que significa esto? Fueron las lágrimas de Dios, llorando de alegría, porque dos de sus hijos habían finalmente – finalmente – entendido el punto.
Pablo escribió a la iglesia en Filipenses: “Cada uno debe de velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás.” En tus relaciones con los demás hay que tener la misma forma de pensamiento que tuvo Cristo Jesús. Que hermoso, hermoso mundo sería si pudiéramos seguir este imperativo con más frecuencia.
Oremos…Señor Dios enséñanos a vivir tal y como vivió Jesús – mirando no a nuestros propios intereses sino a los intereses de otros. Al dejar morir el individualismo y nuestro orgullo… ¡Que encontremos vida nueva y abundante! Abre nuestros corazones para que esto no sea simplemente una idea – sino más bien una forma de vida.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!