Cuestionando a Dios
Hace muchos años, en una iglesia en la que serví, una mañana apareció una pareja a la que nunca había conocido. Ellos se quedaron a hablar conmigo después del servicio de adoración y me di cuenta de que no estaban en buen estado de ánimo. Estaban claramente angustiados y parecía como si no hubieran dormido en días. Ellos me preguntaron si podía pasar a visitarlos esa tarde y así lo hice.
Cuando me senté en su sala, me dijeron que su hijo había muerto en un accidente de motocicleta cuatro días antes. Y simplemente estaban sintiendo este tremendo enojo hacia Dios…Y luego, una tremenda culpa al sentir ese enojo. Este caldero de sentimientos. Y dijeron: Sé que se supone que no debemos estar enojados con Dios…
Y yo dije: Dios es lo suficientemente grande para manejarlo.
Si alguna vez has estado enojado con Dios o cuestionando a Dios, en realidad estás en buena compañía. Leemos sobre esto en la Biblia. Lo vemos en el profeta Jeremías. Lo vemos a lo largo de los Salmos. Y, en la cruz, Jesús oró desde el Salmo 22, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Marcos 15:34).
Lo cual es interesante… ¿Alguna vez has estado en una iglesia donde no te sientes bien?
Antes de convertirme en pastor, recuerdo estar en una iglesia donde me hicieron sentir que estaba en peligro de los fuegos del infierno, simplemente porque tenía preguntas serias en una clase dominical por la mañana. La implicación era que, si pudiera mantener mi relación con Jesús correctamente, no tendría esas preguntas. Eso va de la mano con la creencia de las hermanas de que, si tienes una buena relación con Jesús, siempre serás feliz.
Simplemente no es cierto.
De hecho, por otro lado, muchos grandes teólogos afirman que este tipo de lucha, la lucha con la duda, con un sentimiento de ausencia de Dios o con ira contra Dios, este tipo de lucha bien puede ser un signo de crecimiento auténtico, y un punto de desarrollo decisivo en la fe…Y si lo tomamos en serio, no volvemos a donde estábamos. No volvemos con una comprensión ingenua. No, sino más bien profundizamos.
Mi oración por ti hoy es que llegues a un lugar donde te sientas lo suficientemente abierto para expresar tu lamento, tus dudas, tus preguntas e incluso tu enojo a Dios. Que confíes en que este tipo de fe es una fe bíblica. Dios es lo suficientemente grande para manejarlo. Y al hacerlo, que encuentres que tu relación con Dios se profundiza y la gracia resuene.
Oremos: Amado Dios, no entendemos por qué hay dolor y sufrimiento en el mundo. Somos hermanos, de carne y hueso. Te clamamos. Te anhelamos. Y confiamos en ti. Sánanos y redímenos, oramos. En el nombre de Jesús. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!