Ojalá Rasgaras los Cielos, y Descendieras…

Ojalá Rasgaras los Cielos, y Descendieras…

Este pasaje de Isaías se lee a menudo al comienzo del Adviento. Nos lleva de nuevo a la época anterior a Cristo, cuando la comunidad de fe comenzó a buscar señales de un mesías venidero…En el capítulo 64, versículo 1, el profeta comienza con este clamor: “¡Ojalá rasgaras los cielos, y descendieras!…” 

Hay una sensación de desesperación…una sensación de anhelo…

Tal vez ustedes sepan cómo es eso cuando miras el mundo que te rodea…el dolor y la angustia de todo lo que está sucediendo en Israel y Gaza…las profundas preocupaciones dentro de nuestro propio país, tal vez incluso preocupaciones dentro de tu propia familia…

¡Ojalá rasgaras los cielos, y descendieras…Arreglar las cosas…traer sanación…traer justicia, traer paz…!

Isaías estaba observando el mundo que lo rodea…y reconoce que el tiempo de Dios no es el nuestro. Él continúa escribiendo:

Desde tiempos antiguos nadie ha escuchado,
ni percibido,
ni ojo alguno ha viso, a un Dios que, como tú,
actúe en favor de quienes en él confían.

Aquí hay una oración por la redención y, al mismo tiempo, un recordatorio de que incluso en la espera Dios está obrando…en el mundo…y en nosotros…En nosotros, porque añade esta notable declaración…Tú eres el Alfarero. Nosotros somos el barro.

Tomo esto como una declaración de esperanza…tal vez incluso el foco de una oración.

Mientras continuamos preparándonos para la Navidad, mientras oramos, anhelamos y esperamos la venida de Cristo, que también podamos confiar. Confiemos en que, incluso ahora, Dios está obrando.

Oremos: Dios de Esperanza, te damos gracias por esta temporada santa y por tu amor por cada uno de nosotros…Moldéanos y fórmanos cada vez más a la imagen de tu Hijo Jesús. Concédenos paciencia, bondad y generosidad. Concédenos ojos para ver tu reino ya en camino. Y concédenos corazones para participar en él. En el nombre de Jesús. Amén.

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El Amor Sana

El Amor Sana

El mensaje de hoy fue escrito por el Rev. Dr. Roger Kunkel, q.e.p.d., fundador de Dial Hope.

La investigación científica está confirmando lo que mucho de nosotros hemos sospechado desde el principio – que el amor juega un papel importante en la sanación de un cuerpo herido. La poetisa Elizabeth Barrett era una inválida por muchos años, incapaz de levantar la cabeza de la almohada. Pero un día recibió la visita de un hombre de nombre Robert Browning. Fue amor a primera vista, y en tan solo una visita, le dio a ella tanta alegría y felicidad que logró levantar la cabeza. Durante la segunda visita, ella logró sentarse. En la tercera visita, ¡se fugaron! El amor tiene el poder de sanar tanto física como emocionalmente. Con razón las personas se sanaban al entrar en contacto físico con Jesús. Él era la encarnación del amor, y eso es el llamado que nos hace el día de hoy – el amor de carne y hueso, el amor personificado, amor vivido. Piensa en ello – ¡el amor sana!

Oremos: Dios de amor y esperanza, cuando estamos débiles, tú estás con nosotros como una roca. Cuando no somos correspondidos o en peligro por los acontecimientos de la vida, tú eres nuestra fortaleza. Abre nuestros ojos a las bellezas del mundo que has creado; abre nuestros oídos a tu pequeña voz constante que busca influenciarnos; abre nuestros corazones a tu increíble gracia y amor misericordioso. Ahora derrítenos, moldéanos, llénanos, utilízanos, de modo que nuestras vidas reflejen de cerca la vida de Jesús, el Cristo, de quien somos y a quien buscamos servir. En su nombre. Amén.

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Unos a Otros

Unos a Otros

Unas palabras de agradecimiento son extendidas a todos los que gentilmente apoyan el ministerio Dial Hope (Digita Esperanza). La esperanza es posible por ustedes.

Me pregunto qué te viene a la mente cuando escuchas la palabra iglesia. Para muchas personas, la iglesia es un edificio, para otros, un pastor. Para otros, todavía, la iglesia puede tener connotaciones negativas, ellos piensan que es una institución con jerarquía.

Pero, en la Biblia, la palabra iglesia siempre se ha referido a las personas; personas que están tratando de seguir el camino de Jesús. Pedro describe a la iglesia como una casa espiritual compuesta por personas que son piedras vivas. Pablo habla de la iglesia como un cuerpo viviente y que respira – cada persona es parte del todo y Jesús es la cabeza. Cuando Jesús habla de la iglesia, él habla sobre la familia.

Tengo amigos que luchan con la idea de que la iglesia es una institución. Yo también. Pero me he dado cuenta de que es mucho más.

En el Nuevo Testamento, las frases “unos a otros” o “cada uno de nosotros” ¡se usan más de 50 veces! A nosotros, como iglesia, se nos ordena amarnos unos a otros, orar unos por otros, alentarnos unos a otros, amonestarnos, saludarnos, servir unos a otros, enseñarnos unos a otros, aceptarnos, honrarnos unos a otros, soportar las cargas los unos de los otros, y así sucesivamente…

¡Qué regalo! Este es el tipo de comunidad por la que oro, por cada uno de ustedes, y por mí.

Oremos: Dios de Misericordia, recordamos hoy que no hay iglesias perfectas, porque no hay personas perfectas. Pero incluso en toda nuestra debilidad, cuando vivimos en sintonía contigo, no hay nada más bello, nada más esperanzador, nada más poderoso que tu iglesia. Ayúdanos a conectarnos profundamente con aquellos con quienes estamos llamados a compartir este viaje de fe y vida – para que podamos conectarnos más profundamente contigo. Juntos, que podamos ser tu casa espiritual, tu cuerpo, tu familia, a través de Jesucristo. Amén.

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De las Cenizas

De las Cenizas

En un artículo de la revista Sojourners titulado: “Resurgiendo de las Cenizas,” un sacerdote de San Salvador cuenta la historia de un niño de 11 años de nombre Juanito que había conocido en un orfanato, poco después de que la guerra civil azotara dicho país. Unos años antes, el niño había sido rescatado después de que mataran a toda su familia frente a él. De alguna manera, solo él había sobrevivido ileso al ataque.

Desde ese día, el niño luchó a veces pasando días enteros totalmente retraído, sin decir una palabra. Un día, Juanito acudió al sacerdote para confesarse. Él niño le dijo al sacerdote: “Padre, ora por mí, para que pueda perdonar a los soldados que mataron a mi madre y a mis hermanos. Yo no quiero vivir con odio en mi corazón.”

Juanito, al parecer, era sabio más allá de su edad. De alguna manera entendió lo que el odio y la amargura podían hacerle a su alma.

Cuando Jesús nos dijo que perdonáramos a quienes nos habían hecho daño, él lo hizo por nuestra propia salud espiritual – tanto como por el bien del mundo. En la cruz, Jesús vivió su propia enseñanza. Él oró: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”

Me pregunto si hay personas a las que necesitas perdonar…

Recuerda, perdonar no significa consentir. Perdonar no es necesariamente olvidar. El perdón no significa volver a ponerse en una situación en la que podrían volver a lastimarte. Pero perdonar significa dejarlo ir…Tiene que ver con el estado de tu propio corazón.

Sea lo que sea lo que otros te hayan hecho, no dejes que consuma tu vida. No dejes que te coma vivo. Oro para que no permitas que te defina o que te quite el alma. En cambio, que puedas pedirle a Dios la fuerza para perdonar y dejar ir.

Oremos: Dios de Gracia, te entregamos el día de hoy viejas heridas y deudas, y personas que nos han lastimado o traicionado. No queremos vivir con odio en nuestros corazones. Queremos estar sanos y plenos. Te pedimos tu sanidad y el poder de perdonar a los demás – tal y como hemos sido perdonados en Cristo. Es en su nombre que oramos. Amén.

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Cántico del Hermano Sol

Cántico del Hermano Sol

Muchos de ustedes podrían estar familiarizados con el Himno “El Cántico de las Criaturas.” Fue escrito en el año 1225 por San Francisco de Asís. Originalmente, esta obra maestra poética se titulaba: “Cántico del Hermano Sol.” Fue claramente inspirado por el Salmo 148.

Francisco estaba casi completamente ciego en el momento en que escribió dicho himno y estaba debilitado por años de arduo trabajo. Él moriría casi un año después, pero las palabras del himno dan voz a un alma llena de alegría.

Loados seas por toda criatura, mi Señor, y en especial loado
por el hermano sol, que alumbra, y abre el día, y es bello en su
esplendor, y lleva por los cielos noticia de su autor.
Y por la hermana luna, de blanca luz menor, y las estrellas
claras, que tu poder creó, tan limpias, tan hermosas, tan vivas
como son, y brillan en los cielos: ¡Loado, mi Señor!

Oremos: Te alabamos este día, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Unimos nuestros corazones con el corazón de tu creación, y con los corazones de los fieles durante muchos siglos mientras te damos toda la gloria y honor, alabanza y acción de gracias. A pesar de nuestras circunstancias aquí y ahora, confiamos en que eres fiel, que tú proveerás, y que tú estás con nosotros; a través de Jesucristo. Amén.

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¿Cómo Responderemos?

¿Cómo Responderemos?

El místico Cristiano del siglo XIII, Meister Eckhart, escribió una vez: “Si la única oración que dices es Gracias, eso será suficiente.

Espero que hayan tenido la oportunidad de compartir una comida y celebrar el día de Acción de Gracias el día de ayer. (Me imagino que algunos de ustedes están en modo limpieza, agotados…)

El pastor Jeffy Carter escribió: “Es común que las personas se hagan promesas inmediatas a sí mismas después de salir de una fiesta de bodas, un servicio conmemorativo o una cena por las festividades: “Me casaría contigo otra vez.” “Volveré a casa más a menudo”. “Voy a invertir más tiempo en esta relación.” “Necesito prestar más atención a mi matrimonio.” “No voy a dar por sentada esta vida”. “Deberíamos reunirnos más a menudo.” “Voy a valorar más mis amistades. Las expresiones son comunes porque las ocasiones de las comidas nos recuerdan el pasado, sacan a luz una razón para celebrar el momento, y nos dan una esperanza transformadora para el futuro.”

Ayer hicimos una pausa para recordar las múltiples bendiciones que tenemos en la vida. Dimos gracias por la maravilla de estar vivos y por todos los regalos que enriquecen la vida. Al reflexionar sobre estos regalos y sobre las bendiciones de la amistad y el amor, me pregunto cómo responderás. ¿Cómo dirás gracias?

Oremos: Dios de amor, con profunda gratitud te entregamos nuestros corazones y nuestras vidas. Utilízanos en los días y semanas venideras para bendecir a otros y, al hacerlo, bendecirte a ti. Te lo pedimos en el nombre de Jesús.

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Hacemos una Pausa para Reconocer…

Hacemos una Pausa para Reconocer…

En el libro de Isaías (25:1-9), leemos estas palabras:

Sobre este monte, el Señor Todopoderoso preparará para todos los pueblos un banquete de manjares especiales, un banquete de vinos añejos, de manjares especiales y de selectos vinos añejos. Sobre este monte rasgará el velo que cubre a todos los pueblos…

Cuando pienso en banquetes, no puedo evitar pensar en el Día de Acción de Gracias. En nuestra familia, siempre ha sido una tradición reunir a toda la familia. En los últimos años, lo hemos celebrado en nuestra casa. Comemos pavo y, a veces, ostras. Cada uno trae un tipo de comida.

El año pasado, antes de reunirnos en torno a la mesa el Día de Acción de Gracias, los 26 invitados, incluso antes de dar las gracias, hicimos una pausa para mirar conscientemente a nuestro alrededor, para admirar los rostros y reconocer el regalo y la belleza del momento. Todas nuestras vidas se entrelazaron de manera tan intrincada en varios puntos del camino, las risas y las lágrimas a lo largo de las décadas, el conflicto, la angustia y el amor que todos hemos compartido.

Así que hicimos una pausa para reconocer el regalo de todo esto, el regalo de cada uno de nosotros, el regalo de estar juntos en dicho lugar. Hicimos una pausa porque nunca sabemos cuántos más tendremos en realidad.

Una comida compartida es más que sólo comida, ¿verdad que sí?

Hoy, antes de sentarse a comer con amigos o familiares, los invito a ustedes también a hacer una pausa. Miren conscientemente a su alrededor y observen los rostros. Traten de apreciar plenamente a cada persona que está allí. Aprecien el momento. Recuerden la forma en que cada individuo ha tocado y bendecido sus vidas. Den gracias a Dios por el regalo del momento, por el regalo de estar juntos y por las vidas que han compartido.

Oremos: Hemos reservado este día, Oh Dios, para recordar tu abundante provisión, tu bondad y tu gracia. Cuando nuestros ojos y corazones están abiertos, no podemos dejar de notar tu mano obrando, tu amorosa bondad, tu presencia y tu amor. Hoy, en particular, alzamos el ánimo a las personas que pasan hambre, a las que no tienen hogar y a otras que están lejos de sus seres queridos. Que descubran tu compasión y tu misericordia, incluso en medio de tiempos difíciles. Por gratitud, te entregamos nuestro corazón y nuestras vidas. Utilízanos en los días y semanas venideras para bendecir a otros y, al hacerlo, bendecirte a ti. Grande es tu fidelidad, Oh Dios Padre nuestro. ¡Grande es tu fidelidad, Señor, para con nosotros! En el nombre de Jesús. Amén.

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Un Banquete

Un Banquete

Ayer reflexionamos sobre las palabras del profeta Isaías (25:1-9): Sobre este monte, el Señor Todopoderoso preparará para todos los pueblos un banquete…

Esta es una visión que describe la reunión del pueblo de Dios alrededor de una mesa…Es una invitación. Y, si es una invitación, entonces es primero una invitación a reunirse alrededor de la mesa y celebrar y recordar el pasado.

Cuando se escribió esta parte de Isaías, había una tremenda desesperación y necesidad. Israel había sido derrotado por sus enemigos durante muchos años. Apenas unos pocos versículos antes, Isaías había invitado a la comunidad a reunirse a recordar. El escribió: Dios, tú has sido un refugio para el necesitado…un baluarte para el desvalido; un resguardo contra la tormenta, una sombra contra el calor.

Cuando estás en medio de una gran necesidad, a veces es difícil recordar aquellos momentos en los que Dios te ha ayudado a salir adelante en el pasado. En medio de dichos momentos, es difícil recordar las bendiciones que ya tienes. Sin embargo, esos son exactamente los momentos en los que recordar es esencial.

A menudo, es cuando nos reunimos alrededor de las mesas recordamos…

Pienso en una recepción de boda a las que asistí hace poco. Mientras estábamos sentados alrededor de las mesas, ah, las historias…¿Recuerdas su tercer cumpleaños? ¿Recuerdas cuando él y sus primos solían correr por ahí? ¿Escuchaste cómo se conocieron? Déjame que te cuente…

Y después de un reciente servicio conmemorativo, nuestros diáconos prepararon un buen banquete. Las historias sobre ella eran significantes…Alguien me dijo que el último domingo que ella asistió le preguntaron: “¿Estás evitando los problemas, Ruth?” “Si pudiera encontrar alguna manera de meterme en problemas, ¡sabes que lo haría!” Tenía 97 años…

En la mesa, recordamos…Y, no solo recordamos las buenas historias. Recordamos cómo superamos la adversidad y las dificultades. Recordamos la mano de Dios obrando en nuestras vidas. Recordamos nuestras bendiciones: Este tiempo juntos es un regalo. Tú eres un regalo. El alimento que tenemos delante de nosotros…las manos que nos tomamos…la gracia que compartimos…el hecho de que todavía estemos juntos…Realmente hemos pasado por todo…pero Dios es fiel.

En este próximo Día de Acción de Gracias, una vez más, los invito a hacer una pausa junto con quienes los rodean para reconocer la belleza y el regalo del momento. Recuerden y celebren el pasado. Recuerden que Dios está presente, incluso ahora.

Oremos: Ven, Señor Jesús, sé nuestro huésped en nuestros hogares, en nuestras iglesias y alrededor de nuestras casas. Y abre nuestros ojos a tu presencia, incluso aquí, incluso ahora. Amén.

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La Mesa

La Mesa

En los últimos días hemos reflexionado sobre un pasaje del profeta Isaías (25:1-9): Sobre este monte, el Señor Todopoderoso preparará para todos los pueblos un banquete de manjares especiales, un banquete de vinos añejos, de manjares especiales y de selectos vinos añejos. Sobre este monte rasgará el velo que cubre a todos los pueblos…

Una comida compartida es mucho más que una simple comida, ¿verdad que sí? En algunas ocasiones, puede marcar el contexto para el desarrollo de la historia más amplia de la vida, incluso marcar momentos de cambio y significado. Piensa en un banquete de bodas, un velorio o una celebración de cumpleaños, o en las cenas Navideñas y de Pascuas a lo largo de los años.

En las Sagradas Escrituras, la mesa sirve a menudo como una metáfora de la actividad de Dios. El éxodo de la esclavitud se inicia con el cordero asado en la fiesta de la Pascua. Jesús dijo: “Habrá quienes lleguen del oriente y del occidente, del norte y del sur, para sentarse al banquete en el reino de Dios.”  El Salmo 23 afirma: “Dispones ante mí un banquete en presencia de mis enemigos.” Lucas cuenta que fue en la mesa donde se abrieron los ojos de los discípulos y reconocieron al Cristo resucitado. Los evangelios describen a Jesús comiendo con recaudadores de impuestos y pecadores. Y, en la noche en que fue traicionado, Jesús estaba en la mesa con sus discípulos cuando tomó el pan y lo bendijo.

La imagen de Isaías está en el centro de todo esto. Este lenguaje es poesía. En este monte, el Señor de Todopoderoso preparará para todos los pueblos un banquete…

Algunos estudiosos sostienen que esta visión es apocalíptica, es decir, que revela la llegada del reino de Dios al final de los tiempos. Otros sostienen que tal vez describa más bien la intención de Dios para la humanidad aquí y ahora.

Quizás sean ambas cosas.

Si la mesa es un lugar donde Dios está obrando, entonces acerquémonos siempre a las mesas en torno a las cuales nos reunimos con un sentido de expectativa.

Tal y como oré ayer: Que llegues a ver la mesa como una especie de altar. Y que recuerdes que el tiempo que pasas alrededor de ella solo, o con la familia y los amigos, es tiempo que pasas en la presencia de Cristo. Que le ofrezcas todo lo que sucede alrededor de estas mesas…Confiando en que en esa ofrenda hay bendición y gracia…

Oremos: Ven, Señor Jesús, sé nuestro huésped, en nuestros hogares, en nuestras iglesias y alrededor de nuestras mesas. Y abre nuestros ojos a tu presencia, incluso aquí, incluso ahora. Amén.

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Ven Tal como Eres

Ven Tal como Eres

La semana pasada reflexionamos sobre las palabras del profeta Isaías (25:1-9): Sobre este monte, el Señor Todopoderoso preparará para todos los pueblos un banquete…

En este monte…Este monte, para Isaías, era Sión, Jerusalén. Este era el lugar donde se sabía que Dios estaba particularmente presente. Podríamos pensar en él como un lugar estrecho.

En el Nuevo Testamento, Jesús prometió que uno de los lugares donde estaría presente de manera poderosa sería la mesa de la comunión. También un lugar estrecho. Y Jesús nos invita a venir tal como somos en este momento, no como esperamos ser algún día, o no como deberíamos ser. No. Él nos invita a venir ahora mismo, con todo nuestro quebrantamiento, todos nuestros anhelos, todas nuestras esperanzas.

Hay mucho quebrantamiento en el mundo que nos rodea, y en el mundo dentro de nosotros.

Henri Nouwen capta de forma hermosa la esencia de esto cuando escribió: “Nuestra vida es un breve periodo de expectación, un tiempo en que la tristeza y la alegría se besan a cada instante…Pareciera…que incluso en los momentos más felices de nuestra existencia percibimos un matiz de tristeza. En cada satisfacción hay una conciencia de limitaciones…Detrás de cada sonrisa, hay una lágrima. En cada abrazo, hay soledad. En cada amistad, distancia. Y en todas las formas de luz hay un conocimiento de la oscuridad circundante…Pero esta experiencia íntima, en la que cada pedacito de vida es tocada por un pedacito de muerte, puede señalarnos más allá de los límites de nuestra existencia.”

Es hermoso para mí que nuestra fe no niega el quebrantamiento, este anhelo que todos tenemos…de conexión, de que las relaciones se sanen, de que las lágrimas se sequen, de que los hambrientos sean alimentados, de que las cosas se arreglen…Este anhelo nos lleva a la conciencia de cuán frágil es la vida y de nuestras propias limitaciones y necesidades humanas.

A menudo es alrededor de las mesas donde compartimos este quebrantamiento y nuestros anhelos unos con otros. Y es alrededor de la mesa de la comunión que Cristo nos invita a compartir su propio quebrantamiento…Este es mi cuerpo…

Que llegues a ver la mesa como una especie de altar. Y que recuerdes que el tiempo que pasas alrededor de ella solo, o con la familia y los amigos, es tiempo que pasas en la presencia de Cristo. Que le ofrezcas todo lo que sucede alrededor de estas mesas…Confiando en que en esa ofrenda hay bendición y gracia…

Oremos: Ven, Señor Jesús, sé nuestro huésped, en nuestros hogares, en nuestras iglesias y alrededor de nuestras mesas. Y abre nuestros ojos a tu presencia, incluso aquí, incluso ahora. Amén. 

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