El ex-boxeador de peso pesado James “El Rápido” Tillis era un vaquero de Tulsa, Oklahoma. Tillis se trasladó a Chicago para lanzar su carrera a principios de los años ochenta. Todavía recuerda su primer día en Chicago después de su llegada de Tulsa. Tillis dijo: “Me bajé del autobús con dos maletas de cartón bajo mis brazos en el centro de Chicago y me detuve en frente de la Torre Sears. Bajé las maletas y miré a la Torre y me dije a mí mismo: “Voy a conquistar Chicago”. “Cuando miré hacia abajo, las maletas ya no estaban.” 

De vez en cuando, todos recibimos una dosis de humildad en la vida. Y eso no siempre es malo. Es importante recordar que el mundo no gira alrededor de nosotros.

Se dice que el famoso entrenador de fútbol universitario Vince Dooley meditaba en voz alta: “Me pregunto cuántos entrenadores verdaderamente grandiosos han existido a través de los años.” Su esposa replicó: “¡Probablemente uno menos de lo que te imaginas!”

C.S. Lewis dijo: “Un hombre orgulloso está mirando hacia las cosas y hacia personas; y por supuesto, mientras estés mirando hacia abajo, no puedes ver algo que está por encima de ti.”

Oremos: Amado Dios, reconocemos que no podemos seguir por nosotros mismos durante mucho tiempo en la vida. Te necesitamos. El peso del mundo es difícil de soportar por nuestra propia cuenta – así que estamos agradecidos de que no tengamos que llevarlo. El día de hoy te entregamos las cargas y preocupaciones que están en nuestras mentes. Y confiamos en tu amor, poder y gracia. Amén.

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El mensaje de hoy fue escrito por mi amigo el Capellán Bob Griffiths.

En su libro Fuentes de Fortaleza, el presidente Jimmy Carter escribió sobre la entrevista a Eloy Cruz, un pastor Cubano que había ganado un tremendo respeto entre los inmigrantes pobres de Puerto Rico. Él tenía un ministerio próspero. Carter le preguntó: “¿Cuál es el secreto de su éxito?” El pastor Cruz respondió, “Señor Jimmy, solo necesitamos tener dos amores para nuestra vida: El amor a Dios y el amor a la persona que se encuentra frente a nosotros en cualquier momento.”

Un fin de semana estaba visitando a un amigo sacerdote Episcopal que había iniciado un ministerio para personas sin hogar en el centro de Atlanta, a petición del obispo. El servicio dominical era a las 1 p.m., seguido de almuerzo gratis para los asistentes. Durante el Saludo de la Paz, a cada uno de los que ayudábamos en el servicio se le pidió que estrechara la mano de cada persona sin hogar presente. No siempre es fácil de hacer, ya que eran entre 50-75 de ellos. Mientras me abría paso entre el grupo, me encontré con una persona de color, de avanzada edad, en silla de rueda. Era un día frío de finales de Octubre y tenía un calcetín en cada mano para mantenerlas calientes. Entonces extendí mi mano y dije: “La paz del Señor sea contigo, hermano mío.” Y él tomó mi mano y me miró con lágrimas en los ojos y allí, queridos amigos de Dial Hope, estaba el rostro de Jesús. 

Que tú y yo tratemos de recordar que tal vez, sólo tal vez, Jesús esté ahí en esa persona que está frente a nosotros en cualquier momento.

Oremos: Dios amado, nos has unido en una vida común. Ayúdanos a hablar unos con otros sin amargura ni disgustos. Ayúdanos a verte en aquellos que conocemos, y a estar agradecidos por las muchas formas en que te revelas a nosotros. Con la ayuda tuya y de tu amado hijo.

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El pastor y autor Max Lucado cuenta acerca de sus días de infancia cuando jugaba al fútbol en los campos al Oeste de Texas. Los campos donde Max y sus amigos jugaban estaban llenos de cadillos que picaban horriblemente. A veces, después de una gran defensa, el jugador tendría una pierna o brazo lleno de ellos. Por supuesto, el juego se detendría mientras el jugador sacaba cada uno de los cadillos. Algunos jugadores querían seguir jugando a pesar de los cadillos, pero normalmente era demasiado doloroso. Lucado dijo que no confiaba en nadie excepto en su padre para sacar los cadillos. Por lo que abandonaría el juego, iría a casa, y haría que su padre sacara todos los cadillos. Sólo entonces volvería al campo listo para jugar. 

Basándose en su historia, Lucado señala que mientras envejecemos hay cadillos que sólo nuestro Padre Celestial puede eliminar. Muchos de nosotros llevamos con nosotros acontecimientos dolorosos del pasado. Otros de nosotros soportamos cargas demasiado profundas para nombrarlas.

Aunque estoy consciente de que no hay una respuesta rápida y fácil al dolor que llevamos, la oración puede ser un primer paso. El día de hoy, los invito a presentar ante Dios lo que sea que está en vuestro corazón. Pídele a Dios que remueva la carga, la angustia, la preocupación, el dolor. Confía en que, con el tiempo, Dios comenzará a sanar todo lo que nos agobia. 

Oremos: Dios misericordioso, tú sabes dónde nos duele. Tú sabes cómo es que sufrimos. Tú conoces nuestros corazones. El día de hoy, nombramos esos lugares rotos ante ti. Pedimos que tu gracia sanadora comience a trabajar en nosotros incluso ahora. En el nombre de Jesús. Amén.  

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El mensaje de hoy fue escrito por mi amigo, Rev. Roger Kunkel, q.e.p.d., fundador de Dial Hope (Digita Esperanza)

Un gran predicador Británico, de hace una generación, contó la historia de una joven sirvienta que no tenía educación formal, pero que era profundamente espiritual. Tenía un fuerte sentido de compasión, una preocupación por los demás. Cuando el ministro de la iglesia la visitó un día y le preguntó cómo pasaba sus días, ella dijo: “Mi trabajo es muy exigente y no tengo mucho tiempo libre, así que no puedo servir a la iglesia tanto como quisiera. Pero he llegado a un plan que me permitirá hacer lo que pueda,” “¿Qué plan es ese?” pregunto el ministro. Ella respondió: “Bueno, siempre llevo el periódico, todos los días, a la cama conmigo por la noche.” Estaba perplejo. “Dime sobre eso. Yo no entiendo.” “Bueno,” ella dijo, “leo las páginas con los avisos de nacimientos, y oro por los bebés que han nacido; luego leo los matrimonios y oro para que sean felices y fieles; y luego leo los obituarios, y oro para que el consuelo de Dios pueda llegar a esos hogares afligidos.”

Dicha joven no estaba lejos del Reino. ¿Por qué? Porque ella había descubierto el espíritu de la compasión amorosa. Compasión amorosa – Jesús lo llamó el signo más significativo del discipulado. En el Evangelio de Juan, él lo dijo de esta forma: “Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben de amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos…” (Juan 13:34-35) Tan hábil como una aguja magnética que apunta hacia el norte, de igual forma el corazón de Jesús inmediatamente se centra en la persona más necesitada en la multitud.

El poeta lo expresó de la siguiente forma:
El amor en tu corazón no se pone allí para quedarse;
El amor es amor hasta que lo regales.

Oremos: Dios de amor, tú que tienes el mundo entero en tus manos, proclamamos ser una nación bajo tu guía, y que tú eres Aquel en quien confiamos. Estamos conscientes que nos has llamado a que te amemos y a que nos amemos los unos a los otros, y oramos para que nos recuerdes de nuevo dicho amor, para que pueda ser amor tiene que ser expresado en acciones. Concédenos corazones de compasión amorosa. En el nombre de Jesús. Amén.

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Desmond Tutu describió una vez una bombilla que brillaba y con orgullo. “[Él] comenzó a alardear con arrogancia, muy desinformado de cómo…podía brillar tan intensamente, pensando que todo se debía a su propio mérito y habilidad.” Un día la bombilla fue retirada de su conexión y fue colocado en la meza. “Intentó lo más que podía, pero la bombilla no podía aportar ninguna luz ni brillo…Nunca había sabido que su luz provenía de la central eléctrica y que había sido conectada a un generador eléctrico por pequeños alambres y flexiones que permanecían ocultos e invisibles y totalmente desconocidos.”

Es cierto que a veces olvidamos que los dones que tenemos en la vida provienen de una fuente Poderosa – de Dios mismo. También es cierto que a veces nos olvidamos de que cuando nos conectamos a dicha Fuente, a través de la oración o adoración, tenemos acceso a un poder increíble, valor y fuerza. El Espíritu de Dios en nuestros corazones nos da el poder de perdonar, el poder para servir, el poder para sacrificar y de amar incluso a los que no pueden ser amados.

No sé de ti, pero yo quiero estar cerca de esa Fuente y aprovechar la paz y el poder de Dios.

Nuestra oración del día de hoy proviene de mi tradicional Libro de Adoración Común.

Oremos:
Ven, Oh Espíritu Santo
Ven como el Santo Fuego y arde en nosotros,
Ven como el Santo Viento y purifícanos desde adentro,
Ven como la Santa Luz y guíanos en la oscuridad,
Ven como la Santa Verdad y disipa nuestra ignorancia,
Ven como el Santo Poder y enmienda nuestra debilidad,
Ven como la Vida Santa y habita en nosotros
Condénanos, conviértenos, conságranos,
Hasta que seamos libres del servicio de nosotros mismos,
Para ser tus siervos al mundo. Amén.

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