Aprendiendo de Nuestros Fracasos
Hay una vieja historia sobre un explorador que acudió a un hombre santo en busca de guía.
“Dime, sabio, ¿cómo te hiciste santo?”
“Dos palabras.”
“¿y cuáles son, por favor?”
“Decisiones correctas.”
El explorador estaba fascinado. “¿Cómo se aprende a elegir bien?”
“Una palabra.”
“¡Una palabra! ¿Puedo tenerla por favor?” preguntó el explorador.
“Crecimiento.”
El explorador estaba encantado. “¿Cómo se puede crecer?”
“Dos palabras.”
“¿Cuáles son, por favor decirlas?”
“Malas Decisiones.”
Es tan cierto, ¿verdad que sí? El fracaso puede ser nuestro mejor maestro – porque el fracaso es doloroso, no olvidamos fácilmente lo que hicimos mal – lo que puede ser algo bueno. El fracaso también puede darnos compasión, experiencia, y fortaleza para ayudar a los demás. Nos puede ayudarnos a crecer en compasión por que hay una sensación de humildad en el fracaso. Nos recuerda que somos meramente humanos – al igual que todos los que nos rodean.
También puede ayudarnos a ser más fuertes.
Hay una oración en el libro de Ernest Hemingway, Adiós a las Armas (A Farewell to Arms) que se me ha quedado grabada durante muchos años. Hemingway escribió: “El mundo nos quiebra a todos. Y muchos son fuertes en los lugares quebrantados.” La verdad es que nos caemos mucho. Y cuando nuestras heridas sanan, existe la posibilidad de que salgamos del otro lado mucho más sabios, amables y fuertes.
Hay que aprender de los fracasos en la vida. Que te hagas fuertes en los lugares quebrantados. Que puedas dar la vuelta y utilizar tu fuerza para fortalecer a otros. Que puedas saber que no importa lo que te pase en la vida, Dios nunca te abandonará.
Oremos: Dios de gracia, te agradecemos por tu amor y perdón. Toma nuestros errores y fracasos pasados y úsalos para moldearnos más y más a tu imagen. Y entonces, úsanos como instrumentos de tu amor y gracia. Lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
¡Por favor siéntanse libres en compartir este mensaje con familiares y amigos!