Incluso a Través del Valle
Hace unos años estuve en una clase de escuela dominical, y estábamos debatiendo el tema del miedo. Mi amigo Adam, que es un piloto de helicóptero naval, que asistía a nuestra clase, compartió sobre un despliegue militar reciente. Él compartió con la clase que las misiones nocturnas, particularmente aquellas en las que no existía la luz de la luna para poder ver, puede dar miedo. Ellos despegaban y aterrizaban desde la cubierta de un portaaviones que navegaba bajo las olas del océano abierto. De hecho, a Adam no le gusta volar con otros pilotos que no tienen ninguna pisca de miedo. Se requieren todos los sentidos para este tipo de operación, y cualquier pisca de arrogancia puede costarte la vida.
Yo recuerdo que el despliegue militar fue particularmente difícil ya que su esposa estaba en casa y estaba embarazada de su primer hijo. Adam compartió con nosotros las horas previas a un vuelo nocturno, él descubrió que debía tener fe en Dios. Él tenía que confiar. Y, a menudo, se encontraba orando su Salmo favorito, 139.
“Oh Señor, tú me examinas, tú me conoces. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto…¿Adónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿Adónde podría huir de tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí. Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar, aun allí tu mano me guiaría, ¡me sostendría tu mano derecha! Y si dijera: “Que me oculten las tinieblas; que la luz se haga noche en torno mío, ni las tinieblas serían oscuras para ti, y aun la noche sería clara como el día. ¡Lo mismo son para ti las tinieblas que la luz…!”
Hay momentos en cada una de nuestras vidas, cuando no hay otro lugar al que recurrir. En un momento como ese, oro para que tengas la fe para confiar en que descansas en las manos de Dios. Y, que Dios te conceda la fuerza y el valor para enfrentar cualquier momento.
Oremos: Te damos gracias, Amado Dios, por haber prometido estar con nosotros – incluso a través del valle de la sombra de la muerte. Te agradecemos por las mujeres y los hombres, como Adam, que arriesgan sus vidas por la protección de los demás. Los confiamos a tus cuidados, y te pedimos que los cuides a ellos y a sus familias. Deseamos, junto con ellos, el día en que cesen las guerras y reine la paz. Reina ahora en corazones, que en medio de nuestros temores y luchas que tu paz se pueda asentarse en nosotros – y obrar a través de nosotros. Amén.
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