Manteniéndolo Vivo
El conejito de Pascua se ha ido, los coloridos huevos de Pascua han sido consumidos, el jamón sobrante se ha acabado, pero la Pascua no ha terminado. De hecho, nunca termina. A medida que el recuerdo de ese día especial continúa llenando nuestros corazones de alegría, honremos su sacrificio y resurrección haciendo lo que nos mandó hacer en el evangelio de Juan, en la institución de la Santa Cena del Señor: “Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.”
¿Podemos amar a Jesús lo suficiente – podemos honrarlo lo suficiente – podemos agradecerle lo suficiente – para obedecer este, su último mandamiento? Él no nos pide que lo hagamos a la perfección, pero sí pide que lo intentemos. Para esforzarnos tanto como podamos. Porque si no tratamos de intentarlo, entonces su muerte sería en vano y su resurrección no tendría sentido. Así que mientras nuestros corazones continúan elevándose con el gozo de la Resurrección, miremos profundamente en los rostros de nuestros hermanos y hermanas para encontrar en ellos el rostro de Cristo que nos ama más allá de nuestra comprensión – y luego compensar su amor sin límites para todos nosotros.
Oremos: Querido Señor Jesús, te damos humildes y sinceras gracias por todas las bendiciones de nuestras vidas, y especialmente por el don de nuestra redención a través de tu sacrificio y tu victoria. Ayúdanos a mostrar en nuestras vidas lo que profesamos con nuestros labios, para que podamos honrarte manifestando tu amor en todo lo que hacemos y con todo lo que encontramos. Amén.
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